El
extenso verano socialista
Para quienes habitamos en el hemisferio norte, el verano ha
llegado a su fin. Tras meses de playa, calor y descanso, la llegada del otoño
presagia el invierno inminente. Sin embargo, hay un sector afortunado para el
que este estío parece alargarse: los socialistas. Desde el 12 de mayo de 2024,
el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) ha experimentado una primavera
política prolongada, con las "rosas rojas" floreciendo en múltiples
rincones de Catalunya. La victoria del PSC en las elecciones autonómicas, que
les permitió formar gobierno en solitario con Salvador Illa a la cabeza, ha
teñido de rojo el mapa político de las principales ciudades del territorio
catalán.
No resulta sorprendente que, en el último pleno del
Ayuntamiento de Tarragona, la portavoz del Grupo Socialista, la señora Ramos,
se haya permitido el lujo de bromear con las demás formaciones, jactándose de
que "gobiernan en todos lados". Y, en efecto, no le falta razón.
Nunca antes, desde el inicio de la democracia en Cataluña, un partido había
alcanzado semejante nivel de hegemonía política. Los socialistas no solo
controlan el Gobierno central en España y la Generalitat de Catalunya, sino también
un número considerable de diputaciones, consejos comarcales y los ayuntamientos
de los municipios más importantes y poblados. Este dominio institucional es un
hecho inédito que coloca al PSC en una posición de poder sin precedentes.
No obstante, el exceso de confianza puede ser un compañero
peligroso en la gestión del poder. Los desafíos que enfrenta el PSC en este
contexto son colosales. Ya no podrán escudarse en la excusa de que instancias
superiores o inferiores del gobierno interfieren en sus decisiones. La
responsabilidad es plenamente suya, y con ella llega la obligación de
materializar los proyectos que han postergado. Entre los compromisos más
destacados que deben acometer en esta legislatura se encuentran el desarrollo
del Tram Camp, la consolidación del área metropolitana del Camp de Tarragona y
la urgente creación de vivienda pública accesible.
Sin embargo, aunque controlen la mayoría de las
administraciones, los socialistas no cuentan con mayorías absolutas, lo que
significa que su capacidad para gobernar dependerá, inevitablemente, de
acuerdos con otras fuerzas políticas. Y si bien la fragmentación de la
oposición les ofrece cierto respiro, no deja de ser un terreno volátil. El
frente independentista, compuesto por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC),
Junts y la CUP, se encuentra inmerso en un proceso de reconfiguración interna
que llevará tiempo en estabilizarse. Mientras tanto, los Comuns enfrentan una
asamblea general que podría derivar en un ajuste interno significativo.
Podemos, aunque ha iniciado una lenta recuperación tras su desplome, está
todavía lejos de sus cifras de antaño. Por su parte, Vox y el Partido Popular,
aunque en crecimiento, siguen estando lejos de representar una alternativa
viable en el escenario catalán, al menos en términos de gobernabilidad. Aparte,
deberán afrontar el efecto en declive de Alvise.
A pesar de este panorama relativamente favorable, los
tiempos traen consigo desafíos nuevos y complejos. En lo que respecta a la
gestión del turismo, un tema especialmente delicado en Catalunya, la respuesta
de los socialistas ha sido ampliar aeropuertos, crear nuevas plazas hoteleras y
habilitar terminales para cruceros, bajo la promesa de una gestión
"sostenible". Sin embargo, estas medidas, si no se implementan con un
criterio profundamente respetuoso con el medio ambiente, pueden acabar exacerbando
las tensiones en un sector ya sobreexplotado y erosionando la confianza de una
ciudadanía cada vez más crítica con el impacto del turismo masivo.
A medida que el verano socialista continúa extendiéndose, el
PSC debe estar preparado para afrontar posibles tempestades en el horizonte.
Los éxitos cosechados hasta ahora podrían desmoronarse rápidamente si no logran
resolver los problemas estructurales que afectan a la sociedad catalana. Un
ejemplo claro de esta amenaza se puede observar en Alemania, donde el auge de
la extrema derecha está calando profundamente en el tejido social, avivando
discursos de odio que cuestionan las bases mismas de la convivencia
democrática. Enfrentar este fenómeno con respuestas vagas o ambiguas podría ser
un error fatal. Los socialistas deberán optar por una postura clara y
contundente para combatir estos discursos divisivos, ya que las tormentas
políticas siempre encuentran grietas por donde filtrarse, incluso en los
veranos más largos.