viernes, 24 de diciembre de 2010

El Diario, programa de culto.

Seguramente el título de esta entrada os sorprenda a muchos. Pues veréis, no es que me haya cogido un ataque de locura incontrolable, ni tampoco me están apuntando con una pistola en la cabeza, simplemente, en mi humilde opinión,“El Diario” es un programa de culto.

Para los que no tenéis ni idea de lo que estoy hablando, ya sea porque no seáis del estado español o simplemente no sepáis nada de televisión, explicaros que “El Diario” es un programa que emite la cadena televisiva Antena 3 por las tardes de lunes a viernes. El programa, antaño, se llamaba “El Diario de Patricia” y después con el tiempo, al irse la presentadora que tenía ese mismo nombre, le cambiaron el título por “El Diario”.
El programa es un show en el que personas de las diferentes localidades geográficas de la península ibérica e ínsulas narran historias o sucesos que les pasan. Normalmente cada día hablan de un tema distinto, que son de lo más variopintos. Un día pueden hablarte de la muerte de un padre como al día siguiente comentarte que tu mejor amiga se lía con tu novio.

Este programa ha recibido innumerables críticas por parte de todos los sectores, criticándolo por abusivo, inmoral, absurdo o lo más demente que puedes ver. Pero sus diez años en pantalla avalan que el formato tiene éxito y que a la gente le gusta verlo. ¿Por qué? Muy fácil, es un programa terapéutico, y no me he equivocado TERAPÉUTICO. Este show ayuda a miles de personas a sentirse mejor, ya que las historias tan alucinantemente patéticas que la gente narra nos hacen sentir mejor, y pensar: podría ser peor. Sube la autoestima, alivia tus ganas de asesinar, distrae, te hace reír, en definitiva es el método más sano para salir de una depresión.
Hay muchas críticas de que gran parte de los protagonistas son actores, pero por lógica y por números podemos adivinar que es imposible, esa gente existe, y sus historietas son reales. Es como “Un país en la mochila” del siglo XXI.


Únicamente quería romper una lanza a favor de este programa, que para mí, y para muchos más sigue siendo un referente en el culto televisivo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Host

Hará poco actué en un corto para un concurso de minicortos que realizó Port Aventura.



Destripe: Alejandro es un escritor que tras una noche de escritura frustada decide irse a dormir , cual es su sorpresa al escuchar que su máquina de escribir se esta escribiendo sola...
Dirección y montaje: Javier Jiménez
Guión: Javier Jiménez y Sergio Ferrer
Sonido: Pablo Pereiras
Música y efectos : Javier Jiménez
Actores : Toni Carmona Sergio Ferrer

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Príncipe maquiavélico


Recientemente he hecho un trabajo de la Universidad y me parece interesante publicarlo, es en referencia a un pasaje del libro "El Príncipe" de Nicolás Maquiavelo.



Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, XVIII. Quomodo fides a principibus sit servanda

(De como deben los príncipes mantener sus palabras)

Cuán loable es que un príncipe mantenga la palabra dada y viva con integridad, y no con astucias, todo el mundo lo entiende. No obstante, vemos por experiencia que, en nuestro tiempo, los príncipes que han sabido incumplir su palabra y embaucar astutamente a los demás han hecho grandes cosas y han superado, finalmente, a los partidarios de la sinceridad.

Debéis asimismo conocer cómo son los dos modos de combatir: con las leyes o con la fuerza. El primero es propio del hombre; el segundo de las bestias. Mas como el primero muchas veces no basta, conviene recurrir al segundo. Por tanto, el príncipe necesita saber luchar como las bestias y como el hombre. Este papel se lo han enseñado, veladamente, los historiadores antiguos a los príncipes cuando cuentan que Aquiles y muchos otros príncipes de la antigüedad fueron entregados al centauro Quirón para que los educase y los sometiese a su disciplina. Y el hecho de tener por preceptor a un ser mitad bestia y mitad hombre no significa sino que un príncipe necesita conocer el uso de ambas naturalezas, y que la una sin la otra no puede perdurar.

Siendo pues necesario usar las cualidades de las bestias, el príncipe debe tomar como ejemplo la zorra y el león; porque el león no se defiende de las trampas y la zorra no se defiende de los lobos: hay que ser zorra para conocer las trampas y león para causar temor a los lobos. Los que actúan siempre como el león no entienden el arte del estado. Por eso un señor prudente no puede, ni debe, observar la palabra dada cuando tal observación se le vuelva en contra por no existir ya las causas que dieron lugar a la promesa. Si los hombres fueran todos buenos, esta norma no sería buena; pero como son malos y no la respetarían contigo, tú tampoco has de respetarla con ellos, pues nunca le faltaron a un príncipe razones legítimas para justificar su inobservancia. De ello se podría dar infinidad de ejemplos actuales y mostrar cuántas paces, cuántas promesas han resultado inútiles y vanas por la infidelidad de los príncipes; y el que ha asumido mejor el papel de la zorra ha salido mejor librado. Mas es necesario camuflar bien esta naturaleza y ser todo un simulador y disimulador: son tan simples los hombres y obedecen de tal manera a las necesidades inmediatas que quien engañe encontrará siempre quien se deje engañar.

De los ejemplos recientes no quiero callarme uno. Alejandro VI nunca hizo ni pensó otra cosa que no fuera engañar a la humanidad.... Sin embargo sus engaños dieron siempre el fruto deseado porque conocía bien esta cara de la realidad.

Un príncipe no ha de reunir todas las cualidades mencionadas, pero debe aparentar tenerlas. Es más, me atrevo a decir que si las tienes y las usas siempre, son dañosas; en cambio, aparentándolas son útiles. Como por ejemplo, parecer piadoso, fiel, humano, íntegro, religioso, y serlo en verdad; mas con la predisposición de ánimo para transformarse, cuando convenga, en todo lo contrario... y nada hay más necesario que aparentar tener esta última cualidad (la religión)... A todos toca ver, “tocar” a pocos toca. Todos ven lo que pareces, pero pocos “tocan” quien eres verdaderamente, y esos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría.




Comentario de texto:


El texto del autor italiano Maquiavelo es muy importante porque desarrolla un pensamiento que se fue forjando durante todo el Renacimiento. El escritor marca las pautas de cómo se debe comportar un Príncipe, y esto lo hace mediante una ejemplificación soberana y muy fácil de entender.

Dos formas de ver la vida

Al comienzo del texto Maquiavelo identifica dos tipos de conductas que un príncipe (de característica que recuerdan a épocas medievales), puede tomar. Por una parte tenemos al soberano que es noble, leal e íntegro, una persona sincera y veraz en la cual prevalece el honor por encima de todas las cosas. Por otro lado tenemos al príncipe más malvado, que a través de sutilezas, engaños y mentiras consigue todo aquello que desea, sin tener una pizca de honor en su palabra, y siendo mezquino.

Maquiavelo reflexiona sobre estas dos figuras, y nota que como ha sucedido hasta sus días durante todo el medievo, los primero, aquellos príncipes honorables y justos han sufrido muchas más calamidades que los príncipes más mentirosos y falsos, ya que estos últimos a través de sus tretas han llegado a tener más que los primeros.

El príncipe moderno

Maquiavelo desarrolla una tesis original, sublime, y sobretodo fundamental para la evolución de los nuevos reyes de la Edad Moderna. Enfatiza perfectamente lo que debe representar hacia el exterior y cómo debe ser en el interior.

Menciona: “Debéis asimismo conoce cómo son los dos modos de combatir: con las leyes o con la fuerza”. Crea una simbiosis entre los dos conceptos, sin descartar ninguno de ellos en caso necesario. Es un principio relacionado con la antigüedad, las dos caras del hombre, la humana, y la bestia. Ejemplifica mediante la mitología como debe ser esta simbiosis, para ellos usa a Quirón, el centauro, como modelo. Quirón fue el maestro de Aquiles, y le enseñó esta dualidad mencionada. Por una parte estaría su lado más hombre, esto es, su amor, amabilidad, honor, y por otra su cara más bestia, siendo feroz, atrevido y violento. Para Maquiavelo ambas facciones son necesarias.

La zorra y el león

Nicolás deja patente de que es muy difícil que un Príncipe pueda tener todas las cualidades de las dos facciones, pero sin embargo, desarrolla una tesis sobre la cual, lo importante no es tener esas cualidades, sino saber fingirlas. Para ello utiliza la simbología propia de las fábulas.

El señor debe ser como la zorra y el león. Según él, “el león no de defiende de las trampas y la zorra no se defiende de los lobos: hay que ser zorra para conocer las trampas y león para causar temor a los lobos”. Justifica el uso de la razón y la justicia particular, un pensamiento muy contemporáneo, y en el que muchas personas se justifican con frases como “es mi verdad”. En caso de los Príncipes y debido a su gran poder “su verdad” debe siempre resplandecer sobre las otras, y sólo serán mutuas cuando sean las mismas o tengan algún tipo de interés.

Maquiavelo asume que en su época este comportamiento es normal, y que muchos de los Grandes de su época utilizan este medio para conseguir el control de las masas. De ahí que diga: “quien engañe encontrará siempre quien se deje engañar”.

Maquiavelismo

El pensamiento de Nicolás Maquiavelo ha pasado a la historia, y de ahí que se llame Maquiavelismo. Este pensamiento como antes mencionamos induce a que una persona sea cauta y vigilante, bajo una apariencia amable y afable. Pero advierte de que “si las tienes (las cualidades) y las usas siempre, son dañosas; en cambio aparentándolas son útiles”. Sin duda esta frase es la base de su pensamiento. Él, como dirá Hobbes años más tarde cree que el hombre es un lobo para el hombre, y no hay en él un bien absoluto, y aunque lo hubiese, en sentido particular, sería altamente peligroso e imprudente ya que dejaría ver, por así decirlo, sus cartas.

Su última frase es la mejor forma de su ideal de Príncipe.

Todos ven lo que pareces, pero pocos tocan quien eres verdaderamente, y esos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría”.


BIBLIOGRAFÍA:

CÁMARA MUÑOZ, ALICIA; GARCÍA MELERO, JOSÉ ENRIQUE; URQUÍZAR HERRERA, ANTONIO, Arte y poder en la Edad Moderna (2010) Madrid.

RIBOT, LUIS Historia del Mundo Moderno (1992) Madrid.