sábado, 15 de agosto de 2009

Relatos Breves nº5: El ratón

EL RATÓN


Supongo que no me conocerás, es normal, poca gente sabe quién soy, es más, no creo que le importe a nadie. Trabajo como subdirector en una franquicia alimentaria, esta claro, nada del otro mundo, cobro cada mes unos dos mil euros, con lo cual me he podido permitir el lujo de comprarme un chalet adosado, un BMW nuevo y un labrador. Estoy casado y tengo 3 hijos. Con mi mujer apenas discuto, y mis hijos son obedientes y estudiantes, en fin que soy la envidia del vecindario, el ejemplo a seguir y ya sabéis todas esas cosas.

Si continuas leyendo todavía te preguntarás si esta mereciendo continuar leer esto o no, y si te consideras una persona profunda pensarás que estas perdiendo el tiempo, pues ala vete a ver la televisión o a comprarte un camión.

Lo bueno es que nadie sabe quién soy, ni siquiera mi mujer ni mis hijos. Pero os voy a contar un secreto, pero no se lo digáis a nadie.

Si eres una persona más o menos sociable habrás oído hablar del asesino fantasma, un tío que va por ahí matando a gente sin ningún porqué, pues vaya, ese soy yo.

¿Ahora te interesa mi vida? Eres como los demás únicamente te dejas guiar por el morbo y lo desconocido, pero por eso me gustas, y es más, te voy a contar el motivo por el cual mato a las personas.

Mi primera víctima fue un mendigo cuando iba por la calle de Villalobos, lo vi tumbado en el suelo con un estúpido cartel pidiendo por su familia. Lo conocía perfectamente, todo Madrid lo conocía, siempre nos estaba molestando cuando parábamos en los semáforos con su asqueroso aliento y sus lloros falsos. Ni siquiera me molesté en despertarlo, pum con la Astra 400 una pistola que tenía mi abuelo en su granja, y se quedo la vuelta.

La ciudad se conmovió por ese bastardo, o eso nos hizo creer las noticias, en los bares más de uno se alegraba de la muerte del indigente.

Al cabo de un mes salí de paseo con el coche, era medianoche e iba por el paseo de las ventas, cuando ví de repente a mi diestra un sudamericano de pié en la parada de autobús, abrigado hasta el cuello. Paré en seco, retrocedí hasta tenerlo a vista, él me miro, y lentamente apunté a su cabeza. Era precioso. Los dos sabíamos perfectamente que iba a pasar, y su mirada, como explicarlo, que placer, era natural, era la mirada del animal cuando es cazado, es la simbiosis perfecta entre lo racional y lo irracional. Pum, y nuestro valet de ojos se despidió.

Ese fue el momento más feliz de mi vida, era una sensación increíble, no soy un pirado de esos que cree que cuando matas a alguien es como ser Dios, para nada, la sensación de compenetración mutua es un éxtasis, un orgasmo espacial.

De ahí en adelante lo volví a repetir una y otra vez, me daba igual quién era la persona, podría ser un abogado, un eléctrico, una anciana, un crío, daba igual, la mirada cuando apuntaba a su cabeza siempre era igual, una mirada de conocimiento, de saber.

Llevo tiempo sin matar, la policía en varias ocasiones estuvo cerca de alcanzarme, así que me quedaré en casa un buen tiempo. Al principio era fácil matar, como no seguía ningún patrón los investigadores iban de culo para encontrar alguna pista, ni siquiera el arma estaba registrada. Pero poco a poco van adivinando ciertas cosas, como el modelo y el color del coche, la ropa que llevaba puesta, y esas cosas. Aunque los últimos viajes los he hecho en metro y andando ciertas distancias aun no esta segura la plaza.

Y ya está poco más te voy a contar, sí lo reconozco he matado a 37 personas, pero bueno el mundo sigue y se ha olvidado de ellas, pero no de su asesino, a qué es curioso. Ahora todo el mundo tiene miedo a salir a la calle, están inseguras, ¿cuál será el siguiente?

Ya veo que te crees ahora juez para decirme que tendrían que matarme a mí, pero ¿no es lo mismo?

Un segundo, mi mujer me esta diciendo desde la cocina que han encontrado un cadáver de un ciclista en la cuneta de la calle Ricardo Beltrán.

-El mundo está loco cariño, tráeme más kikos.

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