domingo, 31 de agosto de 2008

"Me cago en mis viejos" Segunda Parte

Aquí os dejo la segunda parte del diario de este joven particular, la verdad es que me ha encantado, espero que os guste.

DIA 16


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Han llevado a Urgencias al Ansias, un tipo de la peña, un gamba de Industriales que mezcló éxtasis líquido con ron. Se pasa la vida puesto, le da a todo, al alpiste, al jaco, a la farlopa, o de eso presume. Me la suda. Me levantó a una piba hace cuatro o cinco noches, una piba a la que yo había aflojado con la mirada, es un decir. Éxtasis líquido. ¿Acaso hay éxtasis sólido? Ni la desgracia es sólida en este mundo. Lo puedo demostrar porque cuando ya había echado el verano a perros resulta que tropiezo en una esquina con la piba de las líneas arriba, me cuenta lo del Ansias, y yo la miro sin saber qué decir y ella me mira como esperando que le diga algo. La miro y de repente me sale la frase del libro de mi viejo: la modalidad práctica, digo, irrita a la modalidad zen. Resulta que la piba es budista o así, de modo que entiende la frase y queda flasheada. La he pronunciado refiriéndome al problema del Ansias, claro, que es un gilipollas, un cutre, un tío que no rula. Los problemas, le digo a Marisol (así se llama la piba), se pueden resolver del modo que nos convenga a nosotros o del modo que convenga al problema. Si los resolvemos del modo que nos conviene a nosotros, como el Ansias, la cagamos porque la modalidad práctica irrita a la modalidad zen.
Estoy hablando a ciegas, a lo loco, pero en medio de toda esa palabrería se abre un agujerito por el que comprendo un poco lo que digo. La modalidad práctica irrita a la modalidad zen. ¿Me ligo a la piba por la modalidad práctica o por la modalidad zen? Me la he ligado ya por la modalidad zen sin darme cuenta, de modo que nos vamos detrás de la iglesia y nos damos el pico media hora. Llevo mirando a esta chica desde que era un chinorro, un crío, vive en Madrid también, pero allí no hemos quedado nunca. Un día la vi de lejos y cambié de acera. Luego me dio un bajón histórico. Y ahora, de repente, ya ves. La modalidad zen de los cojones. Si se entera mi padre, me subraya los apuntes.


DIA 17

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Jamás he visto llorar a mi viejo. A mi vieja sí, y me raya, pero no me mata. El caso es que estaba en mi cuarto, haciendo un mapa de mi vida, con todos sus accidentes, para otro videojuego que se me acaba de ocurrir, cuando entra mi viejo para preguntarme si voy a salir (coartada de mierda) y se sienta en el borde de la cama como esperando que suceda algo. A lo primero, que diría el Risas, pienso que quiere que me vaya para hurgar en mis cosas y robarme un poco de has. No sabe el pobre que el has es la aguja que perdí el otro día en el pajar, por culpa suya. Pero a lo segundo me cosco de que tiene los ojos raros. Intento no darme cuenta porque la sola idea de que mi viejo haya llorado me abre en canal, me parte en dos, me dobla. No, tío, le digo sin hablar, no me hagas esto, un padre que llora delante de su hijo ha matado a su hijo. Aquí el problemático soy yo, el que tiene un marrón soy yo, el conflictivo yo, no me jodas, no me hagas esto hoy, que había quedado con Marisol, que había estudiado tres horas como el que hace caligrafía, que la vida me empezaba a sonreír.
El viejo se ha dado cuenta de que me he dado cuenta y ha salido con que tiene alergia. Mentira podrida, las alergias dan en primavera. Soy alérgico, además de conflictivo, por eso lo sé. Pero hemos quedado en que sí, en que tiene alergia, a veces hay que pactar con la realidad, eso dice mi profesor de Lengua. Vale, tienes alergia, tío. ¿Has venido a decirme eso? Me huelo que quiere "hablar", de modo que me adelanto, por si acaso, y le pregunto si puede recomendarme una lectura entretenida, una novela de aventuras, para combinar con el estudio, porque se me empieza a ir la pinza. Ha sido pedirle una lectura para que le cambiara la cara, quién lo entiende. Se ha puesto muy nervioso y ha ido corriendo al salón, donde tiene una pequeña biblioteca, pero no sabía qué darme por miedo a fracasar, como si mi futuro dependiera de esa recomendación. Le he dicho que lo piense y me he abierto.


DIA 18

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Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rock. Me refiero a lo de Marisol y lo mío, si llegó a ser nuestro en algún momento. Nos vimos ayer por la noche. Nos escaqueamos de la peña, que cada año está más plasta, y paseamos hasta la playa, en plan sensible. Me dijo que iba a hacer arquitectura y me largó un rollo sobre el Guggenheim. No tengo nada en contra del Guggenheim. Tampoco a favor. Pero me dio la impresión de que me restregaba su éxito como arquitecta, pues yo le había dicho anteriormente que no sabía qué hacer con mi vida, ni siquiera en el caso de aprobar la selectividad, que estaba por ver. Total, que cuando la tía había construido siete puentes y ocho rascacielos y la llamaban de Japón para levantar una torre con forma de supositorio, le dije que para triunfar en la vida era preciso creer en algo, o sea, estar profundamente equivocado. Como es budista, no tuvo más remedio que darme la razón, pero me la dio con la boca chica. Entonces comprendí que no era budista. Tampoco yo, no me voy a tirar el moco, pero había más escayola en su actitud que en la mía. Yo no sé lo que digo cuando digo que para triunfar en la vida hay que creer en algo, lo que implica estar profundamente equivocado. Pero cada vez que pronuncio esa frase, igual que cuando digo que la modalidad práctica irrita a la modalidad zen, siento un crujido aquí, en la boca del estómago. Las comprendo con el estómago. Marisol no. Es una impostora, qué le vamos a hacer. No es que haya dejado de gustarme, pero no me compensa. Cuando nos hemos besado (por cumplir, todo hay que decirlo), sus labios me han parecido los bordes de dos filetes de carne y el ruido del mar el de la cisterna del retrete. Soy conflictivo de cojones. Lástima de un coco normal. Al volver a casa, he dado una vuelta con la linterna por el descampado, buscando la bellota, y he tropezado con un gato muerto. Un gato negro muerto. ¿Es o no es para cagarse en todo?


DIA 19

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Joder, desde que me puse a estudiar sin ganas, sin objetivos, sin futuro, como el que hace caligrafía o trabajos manuales, me cunde un huevo. He sentido por primera vez en la vida eso que mis viejos llaman la satisfacción del trabajo bien hecho. No estudio para aprobar, que parece imposible, sino para estar bien, para compensar, creo, el desorden general que hay a mi alrededor. Y es que mi viejo ha entrado en picado, en barrena, se le ha ido la perola. Ni se afeita ni compra el periódico ni baja a la playa ni leches. Total, que yo no existo. O existo sólo porque quiero leer un libro. Esta mañana, en el desayuno, me ha pedido perdón por no habérmelo dado todavía. No sé qué darte, dice, para que te enganche. Quiere darme algo que me enganche para toda la vida. Para eso ya están las drogas, le digo, y me mira con terror, quizá con culpa por los pequeños hurtos de hachís de los que he sido víctima. No te rayes, le digo, ¿tengo cara de drogadicto o qué? La historia del Ansias con el puto éxtasis líquido ha conmovido a toda la colonia. Los viejos dicen éxtasis líquido y se quedan en blanco unos segundos, como si el nombre les pirara.
Total, que me he pasado el día en mi habitación, en plan Hiki Komori, tratando de decidir si me convierto en un Unabomber para mandar todo esto a la mierda (lo malo es que me tendría que obsesionar con el ajedrez o con la bioquímica) o en un tipo normal, un tipo, por ejemplo, que se hiciera cargo del problema familiar y se pusiera a trabajar (de qué) para echar una mano. Quizá podríamos comprar entonces la casa ésta de los cojones a la que yo vendría a veranear de mayor con mi esposa arquitecta y mis hijos conflictivos, o directamente psicópatas, que los hijos tienen que ser más que los padres. Ya estoy otra vez con los sudores, con la falta de respiración, con esa bola de billar que se me pone aquí, en el pecho. A ver si voy a ser también un agonías. Dice mi madre a gritos que si quiero cenar. Que no, coño.


DIA 20

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Me han presentado en casa mi hermana y su marido para dejarnos al niño, al que han metido en mi habitación porque la otra "no se ha abierto". Pues la abrimos, digo yo. Y mi vieja, que para cuatro días que quedan de verano no vale la pena. ¿A quién no le vale la pena? Yo he hecho como que no veía al crío. ¿De quién es esta bolsa?, he preguntado al entrar en el dormitorio. De tu sobrino, de quién si no, grita mi madre. Pues será el hombre invisible, porque yo no lo veo. El crío me miraba con la cabeza levantada, alucinando, y yo he encendido el ordenador y me he puesto a mis cosas como si estuviera solo en la habitación. Al rato me ha preguntado qué hacía y yo he vuelto la cabeza con gesto de sorpresa, como buscando de dónde procedía la voz. Estoy aquí, me decía él, y yo le atravesaba con la mirada, como si no le viera. Finalmente, mirando al vacío, le he preguntado cómo ha conseguido ser invisible, el sueño de mi vida, y el tío ha entrado en el rollo. Dice que le sale sin querer. Total, que le he dicho que estaba escribiendo el diario de un psicópata y ha preguntado qué es un psicópata. Un tío que mata a ancianitas, digo yo. ¿Como la abuela? Como la abuela no, más viejas. ¿Y por qué las mata? Porque está trastornado, coño, y cuando estás trastornado matas a ancianas. ¿Y tú estás trastornado?, dice. ¿Es que no se nota?, digo. Pero aquí, he añadido, no las mato, aquí estoy de vacaciones. Al tío le ha parecido normal. Durante la comida he preguntado a mis padres por qué fingían verle y han agarrado un globo. Sentido del humor. Después de comer, le he dicho al crío que hay un pacto familiar para hacer como que le vemos, no vaya a coger un trauma. Todo el mundo está compinchado para hacerle creer que es visible. ¿Y cómo me detectan?, dice el gilipollas completamente en el papel. Con unos sensores especiales del Ejército americano, digo. El chaval ha asentido con la cabeza, como si atara cabos, como si se le hubiera hecho la luz. Un crack.


DIA 21

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La relación con el hombre invisible resulta agotadora, pero no pienso dar marcha atrás. A veces lo piso o me lo llevo por delante, para que no se crea que todo son ventajas. Duerme en una cama mueble, al lado de la mía, y dedica una hora diaria a rellenar uno de esos putos cuadernos de vacaciones que amargaron mi infancia. La cosa es no parar. Mientras él trabaja en una mesa plegable, de las de playa, que le ha puesto la vieja, yo curro en el ordenador. Como es invisible, a veces se levanta con mucho cuidado para no hacer ruido, se coloca detrás de mí y se pone a leer lo que escribo, así que tengo siempre una ventana lista para cambiar de página. En la que lee él, titulada Diario de un psicópata, describo mis métodos para matar ancianas. Generalmente las ahorco con un pañuelo de seda, aunque a una la dormí con cloroformo y luego le metí el tubo del gas por la boca. Cuantas más burradas pongo más disfruta el invisible de los cojones. Cuando me canso, tiro de repente la silla para atrás, como para levantarme, y le doy un golpe. Que se joda.
Esta mañana, con dos huevos, ha cogido un cigarro de mi mesa, se lo ha puesto en la boca y lo ha encendido, todo muy despacio, como a cámara lenta, mientras yo observaba la maniobra de reojo, fingiendo que no me coscaba de nada. Cuando ha empezado a cargarme, he hecho como que el olor del tabaco me llamaba la atención, me he vuelto y al ver un cigarrillo flotando en el aire le he dado un manotazo. O sea, que el hombre invisible se ha llevado una hostia que ha aguantado a palo seco, sin un ay, sin una lágrima. Tras dejar caer el cigarro, que he pisado como a una cucaracha, se ha alejado, por si seguían lloviendo hostias. Yo he permanecido un rato con la expresión de quien acabara de asistir a un suceso paranormal. Luego ha entrado mi vieja, ha olisqueado el aire y me ha dicho que mientras el crío esté en casa no fume en la habitación. ¡El hombre invisible, he exclamado yo, ahora lo entiendo todo!


DIA 22

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Coño, coño, coño, coño. Resulta que estoy a lo mío, tan tranquilo, dándole a la tecla en mi ordenata, cuando oigo llorar a moco tendido al hombre invisible detrás de mí. ¿Y a ti qué narices te pasa?, digo mirando al vacío, porque ya hemos llegado al acuerdo de que en efecto es completamente invisible, inmaterial, etéreo. El tío se come los mocos y dice que nada. Y yo cómo que nada, no me hagas que te lo saque a hostias. Y el tío que sus padres se van a separar, que lo han dejado con nosotros porque están arreglando las cosas para separarse y que le han prohibido que se lo diga a los abuelos o a mí. ¿Y si te lo han prohibido por qué me lo cuentas, joder? No sé, dice él entre hipidos. O sea, le digo yo, que, además de invisible, hijo de padres separados. Gozas de todos los privilegios a los que aspira cualquier tío normal, por qué lloras. El tío te rompe el alma, hostias, está realmente destrozado. Me cago en las familias funcionales.
Este invierno vino al instituto un menda que nos soltó un rollo sobre las familias disfuncionales. Deduje que la mía era funcional. Un padre, una madre, un puto hijo (yo) con una hermana mayor casada y con un niño. Una familia estándar, tipo, donde todos se vigilan para que nadie se salga del redil. En el coloquio opiné que las familias disfuncionales funcionaban mejor que las funcionales y se lo tomaron como una provocación. De las familias funcionales salen los Hiki Komori y los Unambomber y los psicópatas que matan ancianitas. El hombre invisible estaba jodido, hecho polvo, pero ni me acerqué a él ni le toqué, aunque le juré por Dios que le envidiaba. Ojalá mis viejos se separaran, tú, y levantaran la presión sobre mí; me asfixian. Me hizo jurar que no se lo diría a nadie, y luego quiso que le jurara también que si, entre unas cosas y otras, se quedaba sin hogar, podría instalarse conmigo, en mi dormitorio de Madrid. Le dije que ni en sueños. Total, si soy invisible, no me ves, dijo el cabrón.


DIA 23

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Continúo realizando el mapa de mi vida, que está lleno de regiones inhóspitas. Lo hago a ordenador, con el programa de dibujo que me enseñó a manejar El Risas el invierno pasado. Parece el mapa de un país inexistente, como el de El Señor de los Anillos. Acabo de añadir la región del sobrino invisible y plasta, por la que pasa un río de lágrimas y mocos, todo mezclado, lleno de cascadas y de rápidos. Para escapar de esa región tienes que atravesar el río, lo que a la mayoría de la gente le da yuyu. Mientras yo levanto el mapa de mi vida, el hombre invisible rellena dócilmente el Cuaderno de Vacaciones Santillana, que creo que pertenece a la misma empresa que EL PAÍS, o sea, que los dos trabajamos para el mismo dueño. El mundo tiene dos o tres dueños (cuatro como mucho), y a nosotros nos ha tocado éste. Aún no sé qué forma darle, por cierto, a la región que representa los problemas laborales de mi viejo. Estaba dándole vueltas a este tema, o a esta tema, según, cuando suena mi móvil. Sí, digo. Hola, dice al otro lado mi hermana. Hola, digo yo, y miro al hombre invisible, que no levanta la cabeza del cuaderno. Escribe con un lápiz de los que por un lado tienen mina y por otro, una goma, y se muerde la lengua en un gesto de concentración que da pena. Mi hermana dice que cómo veo a su hijo y yo digo que bien, mientras salgo del dormitorio, para que el crío no se cosque. ¿Pero bien, bien?, insiste. Bien, bien, digo yo, como si le hubieran tocado los ciegos, la Bono Loto y las quinielas, todo al mismo tiempo; nunca lo había visto tan contento, duerme aquí, conmigo, y te juro que jamás había visto a un crío tan feliz, es lo que tienen las familias funcionales, que funcionan, para eso son, coño, si no funcionaran serían disfuncionales. Mi hermana digiere el mosqueo y me pregunta por los viejos. La vieja, bien, dentro de un orden. El viejo ha dejado de afeitarse y de leer el periódico. Yo también estoy pasando el mejor verano de mi vida, añado antes de colgar.


DIA 24

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Mi viejo sigue obsesionado con el libro que le pedí el otro día, en un momento de debilidad que estoy pagando caro. Cuando no se angustia por el curro, se angustia porque no sabe qué recomendarme. Si me lo hubieras pedido en Madrid, dice, pero aquí no tengo más que cuatro libros, coño. Mi viejo es la persona del mundo que mejor dice coño. Sólo lo emplea cuando algo le afecta mucho, de modo que logra conmoverte. No te apures, le digo, en cuatro días estamos en Madrid, ya me lo darás allí. Vale, dice él, pero dando a entender que me ha fallado en un asunto de vital importancia. Entonces, para que no se hunda, le digo que por qué no me deja un libro pequeño que he visto en su mesilla de noche, el discurso vacío o algo así. Que no, ni hablar, dice, es un libro aburrido. ¿Pero a ti te gusta?, digo yo. A mí, sí, mucho, dice él. ¿Y por qué te gustan los libros aburridos?, pregunto, ya sé que no debería, pero me jode reprimirme. A mí me gustan las cosas aburridas, hijo, soy ese tipo de persona. Te juro que logra desconcertarme. Y conmoverme. A mí me gustan las cosas aburridas, dice con toda la cara, como si El discurso vacío fuera una plasta. Pues a mí también, le digo, así que déjame probar.
Un día, mi viejo me vio con un libro de Bukowski que me había prestado el Risas. Le pregunté si lo conocía y me dijo que sí, aunque no lo había leído porque estaba escrito a base de caca, pedo, culo, pis. Me jodió cantidad y le dije que eso era una simplificación, que es una frase de él. Eso es una simplificación, dice cuando no le gustan mis opiniones, lo que significa que se acabó la discusión porque soy un simple, un idiota, un lelo. Pues es lo que le dije yo y se lo tragó, porque al día siguiente le vi hojear el libro de Bukowski. Total, que al final se ha ido, luego ha vuelto con El discurso vacío y me lo ha pasado como si me pasara una bomba. Que ya me lo he leído, coño, me han dado ganas de decir, porque cuando tú vas yo vuelvo, que es otra frase suya.


DIA 25

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Este finde se han abierto varios colegas de la peña porque sus viejos comenzaban a currar la última semana de agosto. Hay en el pueblo una atmósfera como de explosión nuclear, de fin del mundo. Durante esta semana desfilarán los que quedan. Mis viejos hablan de que nos vayamos el domingo, o sea, los últimos de los últimos, para apurar el verano de mierda hasta las heces. Al hombre invisible le da cagalera cada vez que piensa en el regreso, pues no sabe con qué se va a encontrar, si con dos casas, con una o con ninguna. Al final he tenido que jurarle que si la cosa se pone chunga le doy asilo político en mi dormitorio de Madrid. No hay como tratar mal a alguien para provocar su dependencia. Menos mal que sigo estudiando tres horas al día, como un clavo, en plan terapia ocupacional. Si no, me habría vuelto loco. Consejo de autoayuda: cuando todo a tu alrededor se vaya a la mierda, haz algo inútil y complicado, como meter un barco en una botella o preparar la selectividad.
El caso es que ayer los cuatro gatos que quedamos hicimos por la noche una barbacoa en la playa, para despedirnos del verano y quizá de nuestra juventud (créetelo, también sé ser profundo). Y va mi vieja y dice que por qué no me llevo al hombre invisible, que al fin y al cabo es mi sobrino. Y yo digo que leches, pero mientras digo que leches noto la mirada ansiosa y suplicante del hombre invisible. Total, que me lo llevo, jodido, pero me lo llevo. Más aún: llamo a los colegas y les digo que hagan como que no le ven, porque se cree invisible, y el crío se convierte en el prota de la noche. Yo flipaba porque no había visto nunca a nadie tan feliz, se lo pasó como un enano, nunca mejor dicho, qué cabrón. En la cena estaba Marisol, la arquitecta del Guggenheim, dándose el lote con El Ansias, que ha sobrevivido al éxtasis líquido, tal para cual. Al volver, a las tantas, con un cielo estrellado que te cagas, el hombre invisible se agarraba a mí como a un padre. Snif.


DIA 26

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Estábamos el hombre invisible y yo en el descampado, intentando volar una cometa que le han regalado los viejos, cuando veo al enano agacharse y coger algo del suelo. Me fijo y resulta que el algo del suelo era la bellota de has. ¿Pero qué hace esto flotando en el aire?, digo, al tiempo que se la arranco de la mano con el gesto del que caza una mosca. ¿Qué es eso?, pregunta él. ¿No lo ves?, digo yo, una cagada de cabra. Si aquí no hay cabras, dice él. Hay cabras, digo yo, pero son invisibles, como tú. El chaval se queda mosqueado y al poco ataca de nuevo. ¿Y por qué está envuelta en plástico? Porque las cabras invisibles son muy limpias, digo, plastifican la mierda para que no manche. ¿Y por qué te la guardas en el bolsillo?, insiste. Porque me sale de los cojones, le contesto, y levanta un poco la cometa a ver si conseguimos que vuele de una puta vez.
Pero la cometa dice que no. Entonces le digo al hombre invisible que me espere un momento, que voy a mear, y me meto en casa, me encierro en mi cuarto, me lío un peta y le doy una calada que ni me llego a tragar porque en ese instante, sólo con el olor del has, lo veo todo claro. Total, que apago el peta, lo escondo, abandono mi habitación, me interno en el pasillo (no hay moros en la costa) y entro sigilosamente en el dormitorio de los viejos. A continuación abro el cajón de la mesilla de mi viejo e introduzco la bellota, por experimentar. Luego salgo de casa, y vuelvo al descampado donde, lo creas o no, el hombre invisible ha conseguido que la cometa se eleve y está que no se lo cree, no le sale la voz de la emoción. Bien hecho, chaval, le digo, lástima que no te pueda ver para darte una palmada en la chepa. Y el tío dice la tengo aquí, aquí, señalándosela. ¿Aquí?, digo poniendo mi mano sobre su coco. No, no, más abajo, dice él. Total, que al fin hago como que se la encuentro y le atizo un par de golpes y el tío tan feliz. La cometa se contonea en el cielo como una tía pija.


DIA 27

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Tras la hora de la siesta, reunión en la cumbre, o sea, mis viejos y yo. El hombre invisible se queda en el cuarto, con el Cuaderno de Vacaciones Santillana, que lleva retrasado por mi culpa. Mis viejos quieren ponerme al tanto de la situación familiar, para que me implique, dice mi vieja. Estoy implicado, digo, y en esto noto que mi viejo tiene cara de cartón. Se ha fumado un peta, me digo, ha encontrado la bellota y se ha fumado un peta. Observo atentamente a mi vieja, por si también, pero no, está fuera, no se cosca. Mi vieja dice que van a prejubilar al viejo, que asiente con expresión beatífica desde cualquiera que sea el plano de la realidad en el que se encuentre, lo que implica un ejercicio de responsabilidad por parte de todos. Le pregunto si "todos" soy yo, y dice que sí, que "todos" soy yo, a lo que digo que no se raye porque todos nosotros (señalándome) podemos rebajar nuestras necesidades en un 30%, que es lo que parece que va a perder el viejo. La vieja se queda desconcertada y le dice al viejo que diga algo. Ya está todo dicho, dice él con una sonrisa beata que desconcierta a la vieja. ¿Y lo de la casa?, dice ella. ¿Lo de la casa?, dice él, pues nada, que no, que no la compramos. ¿Cómo que no la compramos?, dice ella. Pues que lo he visto claro y no, dice él, no vale la pena el sacrificio. Estoy de acuerdo, digo yo, comprándola la convertiríamos en un enemigo al que combatir. Mi viejo advierte en mis palabras la influencia de El discurso vacío y se queda acojonado. Yo advierto en él la influencia del has y me quedo acojonado. Los dos sabemos que sabemos, y eso resulta acojonante. Total, que mi vieja dice que bueno, que quizá convenga darle otra vuelta. O sea, que la reunión dura cinco minutos, lo que a lo primero parece frustrarla, aunque a lo segundo se repone y ataca con el tema de la selectividad. ¿Pero no me ves?, digo yo mostrando mi palidez, producto de las horas de estudio. Sí, hijo, sí, dice con pena. No aguanta un asalto.


DIA 28

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Continúo dibujando el mapa de mi vida. He llegado a la periferia, donde abro un hueco para colocar la región de las preocupaciones sociales. Mi viejo me echó un día en cara que no tuviera preocupaciones sociales, sabrá él. Pues las pongo aquí, a tomar por culo. Al final está resultando un mapa guapo. Le falta grafismo, pero todo se andará. El hombre invisible me ha preguntado qué hacía y le he dicho que el mapa de mi vida. Tú eres esta región atravesada por un río de mocos y de lágrimas, digo. Creí que se iba a ofender y en lugar de eso ha preguntado por la fauna y por la flora del río, como suena. Le he dicho que se trata de una fauna y de una flora invisibles, como corresponde a la región que lleva su nombre, y se ha quedado satisfecho, o ha hecho como que, porque sabe que no conviene llevarme la contraria.
Mi viejo se fuma un peta a media tarde, ya le he cogido el ritmo, y luego busca mi compañía y la del hombre invisible, que es un bocas, le ha dicho que estoy haciendo el mapa de mi vida. ¿El mapa de tu vida?, dice el viejo con la cara de cartón que le pone el has, ¿qué es eso? Pues coño, un mapa, donde la familia, los amigos, la selectividad y demás aparecen representados por diferentes territorios. Como es una idea de pirados le ha enrollado enseguida y ha insistido en que se lo enseñara. Total, que hemos ido al cuarto, he encendido el ordenata y ha estado recorriendo con el dedo todas las regiones de mi vida. A ratos se moría de la risa y a ratos se ponía muy serio, casi fúnebre. Pero qué idea, qué idea, repetía. No sabía yo que era tan gracioso, mira tú. Cuando ha llegado a la región de las preocupaciones sociales se ha quedado sin habla. ¿Pero qué es esto de las preocupaciones sociales?, dice. Pues una región de mi existencia, digo, ¿o es que no se puede? Se puede, se puede, dice él. Luego se ha metido en la cocina, ha cogido una tableta de chocolate y ha empezado a zampársela a palo seco con la mirada perdida.


DIA 29

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Estoy empollando por empollar, en plan zen, cuando me parece escuchar el gemido de un gato. Pongo el oído y el gato se calla. Vuelvo al zen y comienza a gemir. Se escucha lejos y cerca al mismo tiempo. El hombre invisible, que está ahí, con su puto cuaderno de vacaciones, sigue los movimientos de mi cabeza. Yo le miro como si no le viera, pero me doy cuenta por su expresión de que también él escucha al gato. Total, que me levanto, abro con cuidado la puerta, y me adentro en el pasillo seguido de cerca por el crío. Caminamos en estado de alerta, por si el felino estuviera dentro de la casa. Los gemidos nos llevan hasta la puerta del cuarto de baño, donde pego el oído y lo que escucho ahora es un llanto. Empujo la puerta, que no ofrece resistencia, y me encuentro a mi vieja sentada sobre el borde de la bañera, llorando.
¿Qué pasa? Pues que se ha mirado en el espejo y se encuentra mayor. Se trata de un fenómeno que sólo le ocurre con el espejo del pueblo, que le pone la edad de golpe, en vez de ponérsela día a día. Es por la luz, le digo yo, el cuarto de baño de Madrid no tiene ventana y éste, sí. Lo que pasa es que me hago vieja, dice ella, y todo es un desastre. Tú nos odias, tu hermana se separa (lo sabe todo la tía), tu padre está completamente ausente y yo, sin fuerzas ya para luchar, para seguir adelante. Te juro que me pone un nudo en la garganta. Estoy intentando deshacerlo cuando oigo detrás de mí el gemido de otro gato. Me vuelvo y el llorón ahora es el hombre invisible, o sea, que tengo dos nudos. Estoy a punto de explotar cuando me viene a la cabeza, como un mantra, la frase de que para triunfar en la vida es preciso estar profundamente equivocado. Lo creas o no, me tranquilizo y resuelvo el drama familiar con tal maestría que al rato la abuela y el nieto están en la cocina gastándose bromas mientras yo lloro a moco tendido, como un agonías de mierda, delante del ordenata. Me cago en mis viejos.


DIA 30

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Si crees que los llantos se acabaron con la escena de ayer, es que aún no conoces a esta puta familia. O sea, que me timbra mi hermana al móvil y dice que qué tal el hombre invisible, y yo que bien, y que cómo lleva el cuaderno de vacaciones, y yo que bien, y que si le echo una mano de vez en cuando, y yo que bien. Le digo a todo que bien porque presiento que la tormenta de lágrimas está al caer y trato de evitarla. Total, que llegan los primeros maullidos de gato (llora igual que la vieja) y yo que qué pasa y ella que nada, y yo que por algo llorarás y ella que por el fracaso de mi matrimonio. Todos los matrimonios fracasan, le digo yo, está en su naturaleza, y me quedo asombrado por la frase, como si la hubiera dicho otro. Para tener éxito en el matrimonio, añado, hay que estar profundamente equivocado. Mi hermana deja de llorar y pregunta si me ocurre algo, y yo que no, que nada, que se me va la pinza por culpa de la selectividad de los cojones. Habla bien, dice, y entonces yo digo cojones tres veces, cojones, cojones, cojones, para que cuelgue de una vez y yo pueda volver a mis problemas, que el conflictivo era yo, coño, y ahora son todos conflictivos menos yo. Y a ver qué le dices al niño, añade. Qué le digo de qué, pregunto. Qué le dices sobre el fracaso y sobre la vida, me está costando mucho sacarlo adelante, no me lo estropees en dos días. Total, que cuelgo y salgo al descampado a respirar y reconozco la luz de los últimos días de agosto, y el frío que anuncia el primer resfriado, y pienso que la vida es una mierda. Entonces veo una sombra que viene hacia mí y es mi viejo, que huele a peta. ¿Has acabado El discurso vacío?, dice pasándome la mano por el hombro, en plan colega. ¿Has acabado tú la bellota de has?, me dan ganas de preguntarle a mí. Pero me callo y le digo que no, que al final me ha aburrido un poco y lo he dejado. Te lo dije, dice él, es un libro aburrido y hay que ser una persona muy madura para que te guste el aburrimiento. El has le da alas, me cago en él.


DIA 31

Lo normal es que yo hubiera vuelto a Madrid en tren (¡y solo!), porque con el puto hombre invisible, que no estaba previsto, más el equipaje, parecíamos sardinas en lata. Pero los viejos dijeron que ni hablar, que yo mismo me había comprometido a reducir gastos. Así que nos embutieron al crío y a mí en la parte de atrás del coche, como dos bultos más, e iniciamos el viaje al futuro de mierda que nos esperaba en Madrid en plena operación regreso; son listos estos viejos míos. Y pesados: pusieron 18 veces el mismo disco de Serrat y otras dieciocho el mismo disco de Pablo Milanés. Los llevan en la guantera del coche desde que yo era un chinorro y no se cansan de pincharlos. Me cago en Mediterráneo y en Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda. Vale ya, tíos, digo, cambiar de rollo, que me habéis jodido la infancia musicalmente a mí, no se la jodáis también a vuestro nieto. Y mi madre (mi padre continúa ausente) dice que hable bien, si no por ella, por el niño. Nuestro mundo se está yendo a la mierda y lo único que le preocupa es que hable bien, manda huevos.
¿A ti te jode que diga tacos?, pregunto al hombre invisible. Y el hombre invisible no responde porque tiene una pálida de tres pares de cojones y está a punto de potar, tan a punto, que en ese instante arroja sobre mí la primera papilla que le dieron. Frenazo, arcén, triángulos de peligro, chalecos reflectantes y cambio de pantalones delante de la puta caravana de coches, mientras Pablo Milanés dice por enésima vez que si me faltaras, no voy a morirme. ¡Ya lo oyes!, grito al hombre invisible, ¡si me faltaras, no voy a morirme, gilipollas! Total, que llegamos a las tantas, y en qué estado. Entro en el dormitorio de mis viejos a dejar una maleta y veo sobre la mesilla del viejo un libro que me llama la atención. Lo abro y tropiezo con la primera frase: "En la madurez hay misterio, hay confusión". En la juventud también, viejo, me cago en ti, a ver si te pillo otra bellota.

lunes, 18 de agosto de 2008

"Me cago en mis viejos " Primera Parte

Aun recuerdo el primer día de Selectividad, había un cartel donde ponía el porcentage de aprobados
y se veía claramente una columna roja muy grande, y al lado casi humillante una minúscula barra
verde. La roja pertenecía a todos los aprobados según me fijé era el 95% y la verde era los suspendidos.
Cuando entré a la aula con otros 29 alumnos, el hombre que repartía los examenes comentó que la mayoría de
gente que suspendía era por nervios así que estuviesemos relajados.

Un calculo me hizo saber que hay un 1 o 2 por ciento restante que ha suspendio por vagos y maleantes.
Vaya, casualidades de la vida yo fuí uno de ellos. Lo sabía.
Tampoco es que me extrañara mucho, no estudié basicamente porqué no tenía ganas.
La verdad es qeu el transfondo es mucho mas complejo sería como unir un rompecabezas gigante. Así debe ser nuestro cerebro.

Total que os escribo esto porque mi histroia es muy parecida a la del chaval de la siguiente historia.
El diario EL PAIS cada día de este mes ha publicado una página de su diario. La verdad es que merece la pena leerlo. Bajo es seudónimo de Carlos Cay:


ME CAGO EN MIS VIEJOS

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DIA 1
Qué vacile cagarme en mis viejos así, por escrito, públicamente, en un periódico (en un periódico de gran tirada, que diría el viejo), cagarme en ellos desde el mismo diario que leen, llevo viéndoles leer este puto periódico desde que comencé a andar. Qué gusto, qué flipe, qué gozada sobre todo que no sepan que soy yo el que se caga en ellos, el que se va a cagar en ellos (si Dios quiere, que diría mi abuela) durante todo el mes de agosto, día a día, porque no pienso hacer otra cosa, ya que me han obligado a venir a este pueblo de mierda (no lo digo yo, lo dicen los de aquí), cuando lo que quería era quedarme en Madrid, solo, solo en casa, solo sin ellos, solo sin nadie, solo, todo un mes, quince días al menos, solo, solo, solo, solanas, no sé lo que es eso, estar solo y hacer lo que me salga de.
Me han suspendido la selectividad, de la que me habían permitido examinarme por si sonaba la flauta, y ya tengo 18, soy mayor de edad, además de un inútil (repetí segundo) y dicen mis padres que hasta aquí hemos llegado. Me piré de casa dando un portazo, porque estaban empezando a taladrarme, y caí en la de Javi, El Risas, mi colega, cuyo viejo, que trabaja en EL PAÍS, escuchó desde el otro lado de la puerta cómo me cagaba en mis padres y entró en la habitación para proponerme que me cagara con método, y cobrando, durante todo el mes de agosto. Con seudónimo, añadí yo, con expresión de hombre de negocios. Con seudónimo, dijo él, vale, a ver si eres capaz de cagarte treinta y un días seguidos en tus padres en vez de cagarte en el que te suspendió la selectividad. Iba a darme la brasa y le mandé a la mierda de buenas maneras, para no perder el curro (y la venganza) que me acababa de proporcionar. Y aquí estoy, en la habitación de siempre de la casa de verano de toda la vida, cagándome en mis viejos en 1.900 caracteres que son como 1.900 boñigas apestosas, mientras ellos creen que hinco los codos.

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DIA 2

No ha pasado nada. No es que esperara que pasase, pues lo he cambiado todo para que no me reconocieran. Pero de repente, al ver publicado el texto que envié ayer al periódico, me entró una paranoia. Lo leí primero en Internet, para no levantar sospechas, pero luego, cuando los viejos bajaron a la playa, abrí el periódico de papel (el viejo lo compra a primera hora, con el pan) y me rayó mazo ver el título de la sección y mi seudónimo. No me dijeron que fueran a ilustrarlo. Con el dibujo canta más, como cuando te maqueas. Si se enteran, me matan. Peor que eso: no me matan. Se sentarían a hablar. Se empeñan en hablarlo todo, eso es lo que me mata, hablar. Me dieron ganas de llamar al periódico y decir que no seguía, pero me tomarían por un pringao.
Aquí estoy, pues, como un joven psicópata, poniendo a parir a mis viejos en la habitación de al lado a la que ellos duermen la siesta. El horror (yo) vive en la habitación de al lado. Por una parte, me gustaría que leyeran esto y por otra que no. Mi madre me daba el pecho leyendo EL PAÍS, eso dice, es muy fuerte. A veces, en la comida, les oigo comentar un artículo de Fulano o Mengano. Lee este reportaje, le dice mi vieja a mi viejo, o viceversa, pero no han dicho nada aún de Me cago en mis viejos. Al menos yo no les he oído. No se coscan. Me los estoy imaginando. ¿Has leído eso de me cago en mis viejos? No, qué es. Un crío que piensa cagarse en sus padres, con un seudónimo, durante todo el mes de agosto, para celebrar que le han suspendido. Será una de esas historias de verano. A lo mejor. De repente, imagino al viejo diciendo que no escribe mal el condenado crío y me parto de la risa. Pertenecen a esa categoría de padres comprensivos de mierda, de modo que no me extrañaría. Mi viejo se ha levantado (conozco el sonido de sus pasos), ha salido al pasillo, ha abierto la puerta de mi cuarto, ha asomado la jeta y me ha dicho que qué tal. Bien, bien, le digo yo, aquí, con la selectividad de los cojones.

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DIA 3

Ayer, en la comida, hablaron por primera vez de Me cago en mis viejos. Yo estaba mirando al vacío para joder, porque les preocupa que mire al vacío. ¿Dónde estás?, me dicen, baja un poco a la Tierra y paridas así. Yo estoy en la Tierra, siempre estoy en la Tierra, no saben ellos hasta qué punto estoy en la puta Tierra, pero me gusta aparentar que me piro, para fastidiar. A veces, mi madre le hace una seña a mi padre, como diciendo otra vez. El caso es que estaba practicando una de esas ausencias que tanto les rayan cuando mi padre me hizo regresar para recomendarme la lectura de Me cago en mis viejos. De qué va, le digo. De un chico que veranea con sus padres a la fuerza, como tú. ¿Y se caga en ellos?, pregunté. Eso dice, que se va a cagar en ellos todo el mes. Ya sabes que no me gusta leer, dije para molestar, dando por cerrada la comunicación. Cambio y corto, punto pelota.
Mis padres habrían dado cualquier cosa por tener un hijo lector. Consideran que la lectura es un bien superior. Y yo leo a veces, pero a escondidas, para no crear precedentes. No obstante, el hecho de que sigan esta serie me obliga a extremar las precauciones, a inventar todo el rato. Me cuesta un huevo inventar, decir las cosas de un modo distinto a como en realidad sucedieron, pero a ver, si no invento me cazan. Podría haber hecho esto en un periódico que no leyeran ellos, en un gratuito de los que regalan en el metro. Claro que entonces, maldita la gracia. No sabía que me iba a gustar esta sensación de peligro. ¡Menos mal que este verano no hay que perseguirte para que estudies!, grita mi madre desde el otro lado de la puerta, sin atreverse a entrar, para asegurarse de que no estoy dormido o meneándomela. Y yo le digo que no me desconcentre. A veces tengo dudas con las comas, pero en el puto periódico me las ponen en su sitio. Ésta es mi tercera entrega. Jamás llegué tan lejos en un proyecto, y me lo estoy sacando con la gorra. Por cierto, me cago en mis viejos, que para eso me pagan.

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DIA 4


Me ha llamado mi hermana mayor. Mi hermana mayor está casada y tiene un crío de nueve o diez años. A la segunda frase me he dado cuenta de que me llamaba por encargo de los viejos y se lo he dicho. Te han dicho los viejos que me timbres. No, por qué. Porque sí, porque lo noto, hostias, diles que sí, que estudio, pero que no me den la vara. Mi hermana ha permanecido en silencio, ha suspirado, ha colgado cabreada y luego me ha vuelto a llamar. Mira, sí, dice, están preocupados contigo porque pasas mucho tiempo en la habitación. Por lo visto no has bajado a la playa todavía, ¿te ocurre algo? De modo que no era porque salía, sino porque no salía. Me dieron la monserga con que estudiara, con que nada de estar todas las noches por ahí, de baretos, hasta las tantas y ahora resulta que se preocupan porque no salgo. De lo que no salgo es de mi asombro... (aquí vendría un taco, pero me han dicho en el periódico que modere un poco mi lenguaje). Diles que estoy bien, le digo a mi hermana, pero que he cambiado, que me he vuelto un empollón de repente.
Salgo de la habitación en busca de un poco de aire y me encuentro en la cocina con mis viejos y unos amigos de mis viejos. Nos miramos como si ellos fueran marcianos para mí y yo marciano para ellos. Han traído marisco y se disponen a cocinarlo. Yo pongo cara de asco, para fastidiar. Soy el gusano de la fruta. ¿Ves la cara de un tío cuando abre una manzana y encuentra dentro un gusano? Ésa es la cara de mis padres y de los amigos de mis padres cuando abro la puerta de mi cuarto y me ven salir. Me la suda. Que no me hubieran obligado a venir. Lo cierto es que al mear me he visto en el espejo y parezco un gusano de seda. Todo el mundo está más o menos moreno y yo sigo pálido. Rostro pálido. Si yo fuera mi hijo, me preocuparía. Pero no soy mi hijo, sino el hijo de ellos. Que se preocupen ellos. Yo bastante tengo con sacar adelante este diario, tío.

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DIA 5


Así que los viejos están preocupados porque no salgo, qué cacao. Es un descubrimiento, mira tú. De pequeño ensayaba gestos de pena en el espejo del cuarto de baño. Creo que siempre he querido darles pena, qué bichos raros somos. Lo que ahora quiero es que me manden a Madrid, que se harten de verme la jeta y digan vale, ganas, no nos vas a amargar las vacaciones, vete a Madrid, ábrete, sal de nuestras vidas. ¿Pero sabrás cuidar de la casa, prepararte la comida, fregar los cacharros, limpiar y planchar la ropa? Imagino que me dicen eso y que yo contengo las ganas de saltar de alegría. Pero no cae la breva. Ayer les oí discutir. Por mí. La vieja, dada las circunstancias, consideraba que quizá se habían columpiado un poco. Estaría bien que aprobara la selectividad, dijo, pero no a cualquier precio. Míralo, está cada día más delgado, más pálido, le pasa algo. El viejo decía que ni hablar de dar marcha atrás. Luego cambiaron de posición y el viejo dijo que bueno, que quizá fuera mejor facturarme a Madrid. La vieja en cambio decía que era un disparate. Carlos solo, en Madrid, en pleno mes de agosto... A veces les pasa eso, intercambian los papeles, pero no se dan cuenta.
La vieja ha entrado en la habitación, ha hecho así con la nariz, y me ha dicho que no fume tanto. Y espero que sea sólo tabaco, ha añadido. Me he traído una bellota de has. Por la noche me hago un peta, para relajarme, y me la meneo antes de dormir. El otro día encendí uno para escribir esta mierda, a ver si me salía mejor, y al principio parecía que sí, pero luego no tenía ni pies ni cabeza. Es la primera vez que me preocupa que las cosas tengan cabeza y pies. Me acuesto pensando en estos 1.900 caracteres y me despierto pensando en ellos también. A veces sueño que ha llegado la hora de enviarlos y que no me han salido. Entonces envío 1.900 boñigas a lo loco y las publican y nadie se da cuenta porque nadie las lee. Me despierto sudando, como un agonías de mierda.

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DIA 6

un chico de mi instituto se encerró un día en su habitación y no volvió a salir, aún no ha salido. La cosa viene de Japón. Me dijo Javi, El Risas, que buscara en Internet las palabras Hiki Komori y ahí venía todo, miles de artículos sobre el tema, o la tema, que dice un cani de mi clase. No salen de la habitación más que para ducharse muy de vez en cuando y siempre a escondidas, o de noche, como ratas o cucarachas, para que nadie les vea. Las madres de estos frikis les dejan la comida en la puerta y ellos abren, cogen la bandeja, comen, y vuelven a dejarla donde estaba. Se pasan el día durmiendo y por la noche chatean, buscan cosas en Internet, ven películas que se bajan de la Red, escuchan música. Viven instalados en el mundo virtual. Tienen héroes, uno de ellos es Unabomber, un tipo que enviaba cartas bomba por correo, estuvo años enviando cartas bomba y no le pescaban. Hasta que metió la pata no sé cómo. Se confiaría. Es matemático, un matemático acojonante por lo visto. Ahora está en la cárcel, en plan Hiki Komori, en una celda, no sé a qué se dedica.
Imagino que me convierto en un Hiki Komori y me doy miedo, no mucho miedo, pero un poco de miedo sí. Creo que para ser un Hiki Komori tienes que estar muy especializado en algo, en biología o en matemáticas o en ajedrez. Tienes que tener una obsesión a la que dedicar las 24 horas del día. Pero yo no estoy especializado en nada. Me gusta la música, claro, y los cómics, claro, y el cine, claro, y los videojuegos, claro, pero ninguna de estas cosas de un modo total. El año pasado me inventé una historia para un videojuego. La tengo por ahí, en un cuaderno. Mientras comíamos, le he preguntado a mi viejo si sabía lo que era el Hiki Komori. Ni idea, dice. Son chicos, en Japón, que se meten en su cuarto y no vuelven a salir de él, digo yo. Mi padre ha carraspeado y ha cruzado una mirada de pánico con mi madre. Luego han cambiado de conversación. Que sufran.

DIA 7

Mi viejo ha tenido que hacer un viaje relámpago a Madrid, cosas del curro. Nos hemos quedado solos mi vieja y yo. Me ha preguntado por Hiki Komori. Le he dicho que no sabía más que lo que les había contado, que entre en Internet, hay mucha información. Me ha dicho que por qué no la acompañaba a la playa y le he dicho que no fastidie. No fastidies, vieja. Creo que ha llorado y ahora estoy jodido. Por la noche, cuando veía la tele, le he dado un beso y le he dicho que iba a salir, para que no se preocupara. Casi me da las gracias la pobre. Soy un psicópata. El caso es que he salido para que no pensara que me he convertido en un Hiki Komori o en un Unabomber y me he fumado unos petas con la peña. Había una chica que me ha mirado y yo la he mirado, pero luego no ha pasado nada. Sé mirar a las chicas, pero no sé acercarme a ellas, no sé hablarles, me cago en tal, no molo, la pifio a la tercera frase. A ellas les gustan los golfos, los malotes, y yo no tengo madera. Tengo más vocación de Hiki Komori que de golfo o malote. También tengo vocación de Unabomber. He estado investigando en Internet y es un tipo total, un genio, un crack. En realidad, se llama Theodore John Kaczynski. Estuvo enviando bombas durante 18 años para acabar con el progreso técnico. Cuando le pillaron era el tipo más buscado del FBI.
Si consigues ser el tipo más buscado del FBI, ya tienes una biografía. Ser el más de cualquier cosa está bien, incluso ser el más mierda de los mierdas. Ahí tienes a Bush, en eso están de acuerdo hasta mis viejos. Muchas veces he soñado con ser delincuente, me frena la idea de que eso mataría a mi vieja. Mi viejo lo soportaría, creo, pero ella se daría a la pena. Es otra de las cosas por las que me cago en ellos, porque no me dejan libertad para ser lo que quiero y lo que quiero es vivir mi vida, quizá asaltar bancos en vez de meterme en la cabeza toda esta basura de la selectividad. Tiene cojones el nombre, selectividad.

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DIA 8

Mi viejo ha vuelto de Madrid y se ha encerrado con mi vieja, para parlamentar. Algo no va bien en su curro. Lo quieren jubilar o prejubilar, está en la edad. Mi viejo en plan jubilata, no me lo imagino. Me tuvieron cuando eran mayores, en un momento de crisis matrimonial (ellos no saben que lo sé), para no divorciarse. He crecido con la idea de ser una especie de pegamento, un engrudo, una cola. Si yo desaparezco ellos se van a la mierda. Duro destino el de los hijos de padres mayores, me digo para dramatizar. Mi hermana fue más normal que yo. De todos los amigos de mis viejos, ellos son los únicos que no se han divorciado y han hecho de eso una bandera. He escuchado parte de la conversación. Mi vieja, que es funcionaria y tiene un curro seguro, le ha reprochado que no hiciera en su momento oposiciones. Mi viejo quería triunfar, todavía sueña con triunfar, llama triunfar a escribir una novela, tiene esa idea metida en el tarro desde siempre. A veces, invento tanto cuando escribo esta mierda, para no delatarme, que pienso que estoy escribiendo una novela. Sería cojonudo que me convirtiera en uno de esos hijos que realizan los sueños de sus padres.
De momento he estado trabajando en el guión del video-juego que tenía abandonado. Es lo que tiene ser un Hiki Komori, que hay tiempo para todo. Trata de una familia de tres, los viejos y un hijo de mi edad (puta casualidad). Los viejos viven en una habitación y el hijo en otra. Un día, por razones paranormales, desaparecen las puertas de las habitaciones y se quedan aislados. El juego consiste en encontrar el camino para llegar a la habitación de los padres si te identificas con el hijo, o a la del hijo si te identificas con los padres. En el suelo de cada habitación hay una trampilla disimulada que conduce a un sótano laberíntico que une los dos cuartos. Se lo conté a mi colega, el Risas, una noche que estudiábamos juntos, y me dijo que era muy metafórico. No te jode.

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DIA 9

La atmósfera se ha vuelto irrespirable debido al problema laboral de mi viejo, por el que ni he querido preguntar ni ellos me han informado. Prefiero no saber. Mi vieja trata todo el rato de animarle. Tendrás tiempo para escribir, le dice, que es lo que siempre has querido hacer. Me pone de los nervios que le diga que tendrá tiempo para escribir. Me matan los remordimientos cada vez que escribo una frase para este puto diario, como si me dedicara a algo que no me pertenece, como si le hubiera arrebatado al viejo algo que no es mío. Me siento peor que cuando le birlo billete de la cartera. Ayer no fue a comprar el periódico, hoy tampoco. Por un lado, pensé, casi mejor. Por otro, me jodía cantidad, porque ya me había acostumbrado a leerme en el papel, además de en Internet. El papel mola, hace que las cosas parezcan reales. Me dan ganas de recortar la sección. Soy un antiguo.
Por la tarde, fui a la plaza del pueblo, compré EL PAÍS y me metí a leerlo en un bareto. O sea, que compré EL PAÍS y me metí a leerlo en un bar. ¿Me estoy convirtiendo en mi viejo o qué? Y no es sólo eso. Ayer, por ejemplo, el viejo no se afeitó, y esta mañana tampoco, lo que es rarísimo en él, quiero decir que es como para preocupar, porque lo primero que hace cuando se levanta es afeitarse, aunque esté de vacaciones, aunque vaya con el tiempo pegado al culo, aunque hayan anunciado el fin del mundo. Yo, en cambio, me afeito cada seis o siete días, para molestar, pues sé que a los viejos no les gusta. Pues bien, ¿qué es lo que he hecho esta mañana? Bingo: afeitarme. Me he afeitado, luego me he hecho el encontradizo en la cocina con él, le he dado un beso rápido (una amenaza de beso más bien) y le he dicho que rasca, que es lo que suele decirme él a mí. Me dice eso y que no me abandone. Esto último no se lo he dicho porque me parecía muy fuerte. De manera que en un solo día he comprado el periódico, lo he leído (he leído las secciones que estaban cerca de la mía, para comparar) y me he afeitado. De locos.

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DIA 10

A mis viejos les han ofrecido venderles esta casa en la que veranean desde antes de que yo naciera. Siempre han soñado con ello. Era una de las conversaciones de todos los veranos. Si nos vendieran la casa y pudiéramos arreglarla a nuestro gusto. Si pudiéramos hacer una obra en la cocina. Si pudiéramos tirar un tabique y unir la despensa al salón. Si pudiéramos acristalar la entrada, cambiar las puertas, adecentar el sótano... Es una casa de mierda, de una sola planta de mierda, con una especie de jardín delantero de mierda y un patio trasero de mierda que a mis viejos les vuelve locos porque tiene las tapias muy altas y "resulta imposible saber dónde estás". Esto de no saber dónde estás tiene para ellos un rollo incomprensible. Es verdad, te metes ahí y no sabes dónde estás, sólo sabes que estás jodido, que estás hecho polvo, que te están comiendo los gusanos, pero el hecho de no saber si los gusanos se están dando el festín en México, en Alicante o en Tegucigalpa proporciona un flipe fuera de lo común. Cuando yo era un chinorro, ahora también, mis viejos salían a ese patio con una botella de vino y un paquete de tabaco, ponían música y se pasaban las horas muertas. Ya no fuman, pero continúan bebiendo y escuchando música.
Pues les han ofrecido la casa justo ahora, en medio de la crisis ésta de los cojones y cuando mi padre tiene problemas en el curro. Por lo que he podido averiguar, la cosa no es tan grave. Lo jubilan anticipadamente y pierde un 30% o así de su salario. Yo estoy dispuesto a rebajar en un 30% mis necesidades, pero ellos parece que no. Me ha llamado mi hermana para preguntarme si el viejo está muy jodido y le he dicho que sí, que está jodido, pero yo no tengo nada que ver, hasta ahí podíamos llegar. Esa casa era el sueño de su vida, dice ella, quería arreglarla para retirarse a escribir. Qué manía con escribir. Al final van a conseguir que me sienta culpable, pero ya me dirás de qué coño tengo yo la culpa.

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DIA 11

Estoy acojonado. Resulta que ayer, cuando mis viejos salieron a cenar, entré en su habitación y husmeé un poco. Lo he hecho toda la vida, no sé por qué (sí lo sé, pero no viene al caso). En la mesilla de noche de mi viejo había un libro que hojeé al azar, deteniéndome en un subrayado que decía así: "Para triunfar en la vida es preciso creer en algo, o sea, estar profundamente equivocado". Hostias, eso es escribir y no esta mierda que hago yo. De modo que para triunfar en la vida es preciso creer en algo, lo que a su vez implica estar profundamente equivocado. Es lo que llevo años intentando decir a mis viejos y decirme a mí mismo desde que me metieron en la mierda de la guardería, en la mierda de la ESO, en la mierda del bachillerato, en la mierda de la selectividad. Siempre he sabido, aunque lo he sabido sin palabras, que para creer en algo había que estar profundamente equivocado. El problema es que el único modo de triunfar en la vida es perseverando en el error. Me sorprende que mi padre, que me empuja a triunfar todos los días, haya subrayado una frase de ese calibre. ¿Por qué?
Continúo hojeando el libro y encuentro otro subrayado, éste más largo: "La modalidad eficaz implica desarrollar demasiado el sector práctico de la mente en una especie de militarización del ser. Los problemas pasan a ser enemigos que enfrentar (y eventualmente destruir) y no amigos que incorporar. Los problemas no se resuelven del modo que conviene al problema, sino del modo que me conviene a mí. Hay como una falta de respeto por el problema, como esa falta de respeto que hay por la naturaleza cuando se poda la copa de un árbol en forma geométrica". Y el subrayado acaba en esta frase acojonante: "La modalidad práctica [de resolver problemas, se entiende] irrita a la modalidad zen y viceversa". Joder, qué cosas lee mi viejo. Y si las subraya es porque dicen algo, digo yo.

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DIA 12

Estoy leyendo a ratos (y a escondidas) el libro al que me refería ayer y que descubrí, muy manoseado, en la mesilla de noche de mi padre. Trata de un tío mayor que hace caligrafía como otros hacen trabajos manuales, para quitarse malos rollos de la cabeza o retirarse de las drogas. Lo curioso es que, aunque el tipo intenta escribir cosas sin significado, porque de lo que se trata es de hacer caligrafía y nada más que caligrafía, el sentido se cuela permanentemente en lo que escribe. El libro es muy corto, se lee en dos patadas, y se titula El discurso vacío. El protagonista, un tío de la edad de mi viejo, intenta todo el rato eso, escribir un discurso vacío, sin significado, sin sentido, pero los problemas diarios de la existencia se cuelan en la caligrafía como un virus en la sangre y se manifiestan a través de ella. Para morirse, de verdad. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo intento decir cosas y me sale una mierda. El protagonista del libro de mi viejo, en cambio, intenta no decir nada y le sale una obra maestra. La modalidad práctica irrita a la modalidad zen y viceversa (no acabo de entender esto, pero me gusta cantidad).
Mis padres han salido a cenar dos días seguidos y he podido leer el libro en un par de sentadas. Desde que sus amigos se enteraron del mal rollo que tiene el viejo con lo de la prejubilación, no lo dejan ni a sol ni a sombra. Además, todos le animan a que se meta en la compra de la casa. Yo no sé lo que es desear una cosa de ese modo. Nunca he deseado nada de un modo desesperante. Mis viejos (y mi hermana mayor) dirían que no he deseado nada desesperadamente porque he tenido de todo. Antes de que abriera la boca, ya me la estaban tapando. Se adelantaban a mis deseos (por qué, por qué, por qué), de manera que si algo me falta es la carencia, aunque parezca una rayada. Siempre he querido carecer de todo lo que me rodeaba, incluidos mis viejos y mi hermana y su marido y su hijo. Pero no me dejan carecer; puta vida.

DIA 13

Si lo sé no vengo. Ayer por la noche, mientras mis viejos estaban fuera, volví a su habitación para releer algunos cachos de El discurso vacío (a ver si me contagio un poco de esa vaciedad), y después abrí el cajón de la mesilla de noche de mi viejo, que es una rayada. Tiene crema para los zapatos seca, cepillos de dientes rotos, cuadernos pequeños sin usar, bolígrafos con nombres de hoteles, cortauñas, loción antimosquitos, cajas de antiácidos, aspirinas, orfidales caducados, folletos de vacaciones, facturas de comidas, cordones para los zapatos, monedas de dos céntimos, botones de todas las formas y colores... Pero entre toda esa basura descubrí un librillo de papel de fumar y una china de has procedente de la bellota que me traje de Madrid, para soportar las vacaciones. Sé que procede de mi bellota porque ya llevaba tiempo notando que disminuía a un ritmo anormal, pero era de esas cosas que ni entiendes ni quieres entender, por lo que se quedan en la trastienda del coco hasta que abres el cajón de la mesilla de noche de tu padre y ¡zas!, se hace la luz.
O sea, que mientras yo leo a escondidas sus libros él se fuma clandestinamente mi hachís. Me cago en la puta. Se parece al videojuego en cuyo guión vengo trabajando desde hace un año. Yo sospechaba que mis padres habían sido fumetas en su juventud (tengo recuerdos vagos de sus risas absurdas, del olor a hierba y del humo saliendo por sus bocas), pero jamás se me habría ocurrido imaginar que fuera él quien me robaba el material. Esto es muy serio, coño. Es tan serio que en el instante mismo de descubrirlo he cogido la bellota, he salido a la calle y la he arrojado al descampado. Se acabó. Si se quiere pirar, que salga él a pillar. Ni prejubilación ni hostias, lo que no puede ser no puede ser. Ya ayer, a media tarde, le noté un poco raro. La rareza consistía en que intentaba disimular que estaba raro, pero tenía ojillos. Lo que no sé es si mi madre está en el ajo, creo que no.

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DIA 14

Qué desfase, coño. Ayer me deshago del hachís y hoy me paso media hora buscándolo, como un gilipollas. Me ve mi padre, sale. ¿Qué buscas? Nada, un euro que se me cayó ayer por la noche. Pues es como buscar una aguja en un pajar, dice. Total, que no encontré la aguja, así que fui donde la peña y me agencié una china que me ha dado mal rollo. Una basura. Vienen a cenar unos amigos de los viejos. Al principio hablan de mí; lo sé por el tono de la conversación. Hay un tono para hablar de política, otro para hablar del curro y otro para hablar de mí, toda la vida ha sido así. No pillo lo que dicen, aunque abro un poco la puerta. Cuando acaban conmigo, comienzan una discusión rarísima, de pirados, sobre las cosas que se pueden hacer sin deseo y con deseo. No se puede escribir una novela sin deseo, por ejemplo, dice mi padre. Ni masturbarse sin deseo, dice otro que ha venido con su mujer. No me imagino a uno de estos viejos meneándosela, aunque vi en casa del Risas una película en la que sí. Trataba de un cerdo que se enamora de la amiga de su hija. Hay algunas risas bobas con lo de la masturbación y luego, un silencio (quizá mi vieja ha hecho un gesto como para que bajen la voz, señalando mi habitación). Alguien propone que hablen de cosas que se pueden acometer sin necesidad de desearlas. Una paella, dice uno; salir de vacaciones, dice otro; ser director general, añade un tercero...
Me parece que necesito tomar un poco el aire, de modo que salgo de mi cuarto y cruzo el salón en dirección a la puerta de la calle. Hola, saludo. Qué tal, dicen al unísono, como si les hubiera pillado en algo. Me miran como a un extraterrestre. ¿Qué hacéis?, pregunto observando el panorama. Hablamos de cosas que se pueden hacer sin deseo y con deseo, dice mi vieja, y me invita a participar, para que me integre. Yo digo que no se puede aprobar la selectividad sin deseo y les amargo la fiesta. Un golpe bajo, una puñalada trapera. Ya lo dije: soy un psicópata. Me abro.

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DIA 15

l problema de mi viejo con el curro, en vez de sumarse al mío, lo ha anulado. Por increíble que parezca, ya no me preguntan cómo llevo el programa de estudios. Como no me lo preguntan ellos, me lo pregunto yo. Vengo observando que cuando mis viejos desaparecen, me convierto en mi propio padre; es un misterio, un tema digno de Expediente X. ¿Cómo llevas el programa de estudios?, me pregunta, pues, el viejo que llevo dentro. La respuesta es jodida. Estamos a mediados de mes y no he tocado los apuntes. Si me pusiera ahora, me digo... A ver, vamos a hacer cálculos: tantas páginas, tantos días, tantas páginas por día. No te engañes, me dice el viejo de los cojones que llevo dentro de la cabeza y que es más jodido que el real, no te engañes, colega, no llegas ni de broma, aunque no te dedicaras a otra cosa de aquí al final de mes. ¿Qué hago entonces?, ¿renuncio?, ¿me tiro por la ventana?, ¿me voy de casa? No me imagino repitiendo otra vez. Ni repitiendo ni dejando de repetir. No soy capaz de imaginarme en ningún sitio, en ninguna situación. No sé qué voy a hacer de mayor. Además, ya soy mayor. Cuando el viejo de dentro de la cabeza me presiona mucho, me pongo a sudar y tengo que salir corriendo de casa, para respirar, para tomar el aire, porque el tema, o la tema, según, me afecta también a la respiración.
Tras una discusión agotadora conmigo mismo, decido que voy a estudiar tres horas cada día, aunque no me rinda, aunque no llegue, para tranquilizarme, como el que hace caligrafía. Voy a adoptar la modalidad zen. En vez de resolver el problema del modo que me conviene a mí, me digo, lo voy a resolver del modo que conviene al problema. No entiendo muy bien lo que quiere decir esta frase, no sé de lo que hablo, pero lo cierto es que el viejo de dentro de la cabeza se ha tranquilizado con esta actitud que podríamos llamar constructiva. Llegada la calma, decido que comenzaré mañana, pero milagrosamente comienzo a estudiar hoy.

lunes, 4 de agosto de 2008

Con píes de gato

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"He oido hablar de una serpiente marina,
que tiene un sistema muy particular de atraer a sus presas.
Permanece inmóvil en el fondo del oceano, como si estuviera herida.
Sus enemigos se aceran, pero ella continua sin moverse,
entonces sus enemigos empiezan a mordisquearla y ella sigue inmovil."

(Senador Falco - Gladiator)

viernes, 1 de agosto de 2008

Una buena canción

MR.Pez es una banda de Tarragona que me gusta mucho, sus canciones son muy buenas tanto en composición de letra como musical. Echar un vistazo a su myspace, merece la pena. MYSPACE

De mal en peor



Aunque logramos mantener el equilibrio
y en pie seguimos una vez paso el ciclón
hoy me di cuenta de que ya no soy el mismo
hoy siento miedo ante el más pequeño escalón

¿Qué nos queda
si se apaga la vela?
Solo ceniza y carbón

Ojalá fuera
crisis pasa1era
pero vamos de mal en peor




Cuando la risa se hace frágil como el vidrio
y se confunde con el llanto del nurón
no doy mi fe ante posibles espejismos
que hacen que mengue y se me queje el corazón


Que se espera
si se amansa la fiera
y aparece la desilusión

¿Quién pudiera
encontrar la manenra?
pero vamos de mal en peor


¿Qué nos queda?
si se apaga la vela
y aparece la desilusión

Ojala fuera
crisis pasajera
pero vamos de mal en peor