lunes, 23 de noviembre de 2015

Los vectores de Wróblewski





A veces dos vectores no relacionados se cruzan y una idea germina en la mente.


El otro día paseando por el Parque del Retiro en Madrid encontré una exposición del pintor soviético Andrzej Wróblewski en el Palacio de Velázquez. Sinceramente poco conocía del autor lituano pero no tardé mucho en cautivarme. Cuadros como Tierra, Mujer, Cabeza de una Modelo I, o Nowa Huta 606, despertaron mi más profunda curiosidad de este artista que falleció con apenas 29 años.
La visión del mundo desde una perspectiva marxista abstracta me atrajo y me atrapó en un extraño ritual tintado en gris, azul y vainilla. Sus obras en verso y reverso despertaban mi curiosidad pero sin duda son su obras más tardías, de la fase final de sus vida las que más me cautivaron.

Como he dicho al comienzo, a veces dos vectores no relacionados se cruzan. Horas antes de encontrarme con el pintor soviético, estudiaba el libro Fuerzas del trabajo de Beverly J. Silver, en concreto en el apartado que comentaba las analogías entre Karl Marx y Karl Polanyi. La autora analizada las simetrías en el discurso de ambos al hablar de la nueva concepción del hombre en el mundo capitalista, donde analizan que :

[…]el trabajo es una mercancía ficticia y en que cualquier intento de tratar a los seres  
humanos como una mercancía como cualquier otra cosa conduce necesariamente a  
reinvindicaciones profundamente sentidas y a la resistencia”.


Volviendo al Palacio de Velázquez, vi la obra Lavandería, y de repente esa frase empezó a tener sentido. La deshumanización que quería trasmitir el pintor residente en Varsovia me chocó trasversalmente con las palabras de Silver. Una idea de resistencia a través del arte empezó a brotar en mi cabeza.

martes, 10 de noviembre de 2015

Historia del Cine: Los Santos Inocentes (1984) Mario Camus


Los Santos Inocentes
1984
Mario Camus



Si pudiéramos grabar 20 años de historia en un filme nos encontraríamos en frente de una obra maestra. Pues bien, Los Santos Inocentes del maestro Mario Camus hace precisamente eso, narra en poco menos de 120 minutos la historia de una España rural, que va desde los años 40 a los 60. El franquismo en estado puro.

Los Santos Inocentes no es un película fácil, no es un largometraje cómodo, y menos un filme que deje indiferente, la obra del director de Santander narra con total dureza la vida agreste de esa España negra que casi nadie quiere recordar. El valor de la vida de los trabajadores de las fincas de los Grandes de España era nula, valían igual que la de un burro, o la de una gallina. Si eran válidos, podían obtener lujos como techo, comida y trabajo, si no podían trabajar eran unos parias despreciables. 
Los analfabetos, la masa, la plebe, debía agradecer de una forma humillante y servil las miserias que les daban sus amos. 
La fotografía nos inunda de lleno en ese contexto donde la separación social era abismal. Un boceto de una realidad que se quiere esconder.

Los actores de Los Santos Inocentes son geniales. El papel de Alfredo Landa se vuelve sublime, siendo su mejor actuación. Francisco Rabal, Terele Pávez y Juan Diego tampoco distan mucho del papel de Landa, dando una sensación de realidad que sentimos huraña en muchos largometrajes españoles.


En definitiva, la película de Camús es una obra maestra en plena regla, y de obligada visión para todo amante del cine hispano.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Manhattan de Woody Allen


INICIO DE MANHATTAN de WOODY ALLEN

“Capítulo uno: 
Él adoraba la ciudad de Nueva York. La idolatraba fuera de toda proporción. No, digamos que la romantizaba fuera de toda proporción. Mejor. Para él, sin importar qué estación era, ésta aún era una ciudad que existía en blanco y negro, y que latía al son de las melodías de George Gershwin. 

No, comenzaré de nuevo. 


Capítulo uno: 
Él era muy romántico respecto a Manhattan como lo era con respecto a todo lo demás. Medraba en el ajetreo y bullicio de las multitudes y el tráfico. Para él, Nueva York significaba mujeres bellas y hombres experimentados quienes parecían conocer todos los ángulos. 

No, no, banal. Muy banal para mi gusto. Intentaré profundizar más. 


Capítulo uno: 
Él adoraba la ciudad de Nueva York. Para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. La misma falta de integridad individual que provocaba que tanta gente tomara el camino fácil convertía rápidamente a la ciudad de sus sueños en... 

No, va a parecer un sermón. Aceptémoslo, quiero vender libros. 


Capítulo uno: 
Él adoraba la ciudad de Nueva York aunque para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Cuán difícil era existir en una sociedad insensibilizada por, música estridente, televisión, delincuencia, basura. 

Mucho enojo. No quiero sonar enojado. 


Capítulo uno: 

Él era rudo y romántico como la ciudad que amaba. Detrás de sus lentes de armazón negro vivía el poder sexual de un felino. Esto me encanta. Nueva York era su ciudad. Y siempre lo sería."