Relatos Breves: Arturín
¿Cómo? ¿Aún no sabéis quién era Arturín? Bueno no pasa nada. Os contaré la historia que todo el mundo sabe, la historia de su vida.
Arturín nació hace unos 29 años. Su madre al poco de nacer lo abandonó. De su padre poco se puede hablar ya que nunca se supo quién era. Algunos dicen que es Pepe, el drogata o Juanjo, el borracho putero -uno de tantos vaya- pero ciertamente nadie sabe quién es.
Arturín nació hace unos 29 años. Su madre al poco de nacer lo abandonó. De su padre poco se puede hablar ya que nunca se supo quién era. Algunos dicen que es Pepe, el drogata o Juanjo, el borracho putero -uno de tantos vaya- pero ciertamente nadie sabe quién es.
El que le cuidó fue su abuelo Aurelio, un viejo facha que luchó en la guerra y que vivía de las pensiones y ayudas de Estado. Lo cuidó tan bien como pudo el hombre, a base de disciplina severa- que consistía básicamente en golpes y chillidos-. Lo supo enderezar al menos unos años.
Yo conocí a Arturín en la escuela. Era algo mayor que yo pero ya se hacía notar. Era especial, o te caía bien o te caía mal. Yo era de los primeros y eso que una vez me robó la bici. Aunque bueno, más que un robo fue un hurto, abrió el candado que la ataba a una farola y se la llevó.
Os preguntaréis entonces por qué me caía bien, más que nada porque era un tipo singular. Apenas hablaba con nadie y en clase, era repetidor endémico, se pasaba la hora rayando un folio tras otro, sin ningún sentido. Las notas como podréis imaginar eran las peores y no pasó del primer año de secundaria. Sin embargo Arturín tenía una mente prodigiosa. Con una facilidad inverosímil era capaz de abrir cerraduras, hacer un puente a un coche, o quitar una rueda de una moto para venderla.
Siempre estaba haciendo algo. Recuerdo perfectamente el día en que pasé por el parque y lo vi con un martillo, unos alicates y un destornillador –todo robado, claro está-, estaba haciendo como monedas con las chapas de las bebidas. Cuando le pregunté qué hacía me contestó que estaba haciendo monedas falsas para meterlas en una máquina de bebida y que le devolviese las de valor. Y lo hizo, no sé cómo supo precisar el peso de la moneda.
Era un especialista, el James Bond de la chatarra. Trucaba cabinas telefónicas para conseguir dinero, robaba las motos de los pizzeros para venderlas en la chatarrería, quitaba los carburadores a los camiones, entraba a las obras a coger el cobre…
Lo pasó mal cuando murió su abuelo. Éste vivía de alquiler y por impago echaron a Arturín de la casa. Comenzó a vivir de ocupa por las viviendas vacías de la zona. Con la crisis económica todo se jodió: empezó a robar a gente del barrio, y esas personas no tienen un pelo de tonto y le apalizaron más de una vez; robar comida en los supermercados le era ya casi imposible, estaba denunciado en todos ellos; y la policía le arrestó más de una vez por robo y tráfico de drogas. Al final ya no pudo ni vivir de ocupa por lo cual se tuvo que ir a la calle a dormir. Comía de las basuras que los ciudadanos tiraban. Y con suerte vendía alguna chatarra. Se ve que empezó a meterse jaco y que su mente dejó de funcionar.
El otro día se quedó dormido en el conteiner verde. El conductor del camión de la basura no lo vio y lo volcó dentro. La prensa le chafó el cráneo y parte del esternón. Cuando el conductor se dio cuenta era demasiado tarde, los sesos estaban escampados por doquier.
Tal vez era la lógica muerte de una persona a la que todos consideraban mierda.
Yo conocí a Arturín en la escuela. Era algo mayor que yo pero ya se hacía notar. Era especial, o te caía bien o te caía mal. Yo era de los primeros y eso que una vez me robó la bici. Aunque bueno, más que un robo fue un hurto, abrió el candado que la ataba a una farola y se la llevó.
Os preguntaréis entonces por qué me caía bien, más que nada porque era un tipo singular. Apenas hablaba con nadie y en clase, era repetidor endémico, se pasaba la hora rayando un folio tras otro, sin ningún sentido. Las notas como podréis imaginar eran las peores y no pasó del primer año de secundaria. Sin embargo Arturín tenía una mente prodigiosa. Con una facilidad inverosímil era capaz de abrir cerraduras, hacer un puente a un coche, o quitar una rueda de una moto para venderla.
Siempre estaba haciendo algo. Recuerdo perfectamente el día en que pasé por el parque y lo vi con un martillo, unos alicates y un destornillador –todo robado, claro está-, estaba haciendo como monedas con las chapas de las bebidas. Cuando le pregunté qué hacía me contestó que estaba haciendo monedas falsas para meterlas en una máquina de bebida y que le devolviese las de valor. Y lo hizo, no sé cómo supo precisar el peso de la moneda.
Era un especialista, el James Bond de la chatarra. Trucaba cabinas telefónicas para conseguir dinero, robaba las motos de los pizzeros para venderlas en la chatarrería, quitaba los carburadores a los camiones, entraba a las obras a coger el cobre…
Lo pasó mal cuando murió su abuelo. Éste vivía de alquiler y por impago echaron a Arturín de la casa. Comenzó a vivir de ocupa por las viviendas vacías de la zona. Con la crisis económica todo se jodió: empezó a robar a gente del barrio, y esas personas no tienen un pelo de tonto y le apalizaron más de una vez; robar comida en los supermercados le era ya casi imposible, estaba denunciado en todos ellos; y la policía le arrestó más de una vez por robo y tráfico de drogas. Al final ya no pudo ni vivir de ocupa por lo cual se tuvo que ir a la calle a dormir. Comía de las basuras que los ciudadanos tiraban. Y con suerte vendía alguna chatarra. Se ve que empezó a meterse jaco y que su mente dejó de funcionar.
El otro día se quedó dormido en el conteiner verde. El conductor del camión de la basura no lo vio y lo volcó dentro. La prensa le chafó el cráneo y parte del esternón. Cuando el conductor se dio cuenta era demasiado tarde, los sesos estaban escampados por doquier.
Tal vez era la lógica muerte de una persona a la que todos consideraban mierda.