El reto de los partidos del cambio en Tarragona
Dentro de poco, en mayo de 2017, se cumplirán dos años del tercer mandato socialista en la alcaldía de Tarragona. A diferencia de las anteriores legislaturas el PSC ha tenido que hacer las mil y una para sacar adelante un gobierno estable. Para ellos los social-demócratas han tenido que aliarse con su archienemigo, el Partido Popular, y con un diputado, casi anecdótico de Unió.
Durante este periodo de tiempo han sucedido muchas cosas, que se pueden resumir en un constante desgaste por parte del grupo socialista, y en especial de Ballesteros, el alcalde. Los grupos políticos de la oposición (C’s, ERC, PDEC, CUP e ICV), han sabido cambiar de rumbo en su lenguaje y han focalizado las críticas principalmente hacia el alcalde, a sabiendas de su gran popularidad. El PSC apostó por una campaña muy personalista en las anteriores elecciones, reivindicando la figura afable de Ballesteros, y es precisamente allí donde empieza a entrar agua. El caso INIPRO, los Juegos del Mediterráneo, o el modelo urbano de ciudad se achacan como fracasos del alcalde, más que de su grupo.
Sin duda la oposición más incendiaria viene de ERC y CUP, que con un trabajo de hormiga han puesto el dedo en la llaga en un sinfín de cuestiones, que provocan una actitud de búnker por parte de los socialistas con sus actuales aliados de gobierno.
Y en todo esto ¿qué han hecho los llamados partidos del cambio?
Hace poco menos de tres años nacía Podemos en Tarragona, y por aquellas fechas se iniciaba Tarragona en Comú. El inicio de ambos partidos estuvo marcado por la precipitación de un proceso de elecciones municipales. Tras varias deliberaciones internas, ninguno de los partidos se presentó, y dejaron a la clásica confluencia ICV-EUiA como alternativa no nacionalista a la izquierda del PSC. La confluencia sacó 1 concejal, que para bien o para mal les absorbe actualmente casi al totalidad de sus energías en el trabajo burocrático diario del ayuntamiento.
Tras las elecciones, las acciones a nivel municipal de los partidos del cambio han sido más bien anecdóticas. Podemos Tarragona se ha encallado en un proceso interno del cual le cuesta salir, en poco menos de tres años ha tenido cuatro cambios de ejecutivas, manifestándose compleja una continuidad en el proyecto. Por otra parte, los comunes, todavía no han arrancado la maquinaria, y les falta marcar un discurso propio de ciudad.
Aun así, aun con todo esto dicho, en las elecciones generales de diciembre de 2015, y de junio de 2016, la confluencia En Comú Podem ( En Comú, Podemos, ICV, EQUO y EUiA), obtuvo una mayoría aplastante de votos en el municipio. En cada comicio las fuerzas del cambio obtuvieron más de trece mil votos, siendo el partido más votado.
Dicho esto, alguien puede comentar, y con certeza, que los votos en las generales no se debe llevar al terreno municipal, o al autonómico. Por ejemplo la confluencia Catalunya Sí que es pot, tuvo más bien un resultado mediocre en los comicios catalanes de septiembre de 2015. Pero hay motivos para el optimismo.
Primero de todo, decir que, la suma de los militantes de las cuatro organizaciones de la posible confluencia de la izquierda alternativa gira en torno a 100 personas, un número muy alto comparado con otros partidos.
Segundo, que hay optimismo por parte de la ciudadanía de que esa oleada de cambio que ha nacido en las grandes ciudades llegue a Tarragona. La confluencia tendría de per sé un factor positivo.
Tercero, que el caladero de votos de los barrios castellano parlantes está verde. El posible descontento hacia el PSC se fue en las anteriores legislaturas hacia C’s, pero ese voto está en disputa, y una alternativa viable sería la confluencia de izquierdas. El mensaje posibilista con el Estado Español genera simpatías entre la mayoría de castellano parlantes, y cierra el espectro a ERC o CUP.
Cuarto, que hay un voto en disputa en los barrios céntricos de la ciudad. Éste último año diferentes asociaciones y colectivos han manifestado su descontento hacia algunas políticas municipales. El partido que sea capaz de encabezar las reinvindicaciones y que tenga opciones de ser voto útil se llevará el gato al agua.
Quinto, que el hierro está caliente. El PSC, tras el fiasco de los JJMM de 2017 está cayendo en barrena, y es el momento idóneo para convencer a los votantes socialistas para que cambien de voto.
Para todo ello, los partidos del cambio deben hacer una serie de deberes.
El principal deber es constituir lo antes posible una coordinadora, que respete las diferentes sensibilidades políticas, y que se ponga a trabajar en: la creación de un manifiesto común con el compromiso de aunar fuerzas para las siguientes municipales (obligándose a no bajarse del barco).
Tras ello, se debe empezar a trabajar en liderazgos plurales con el fin de mediatizar el trabajo en torno a caras que la gente pueda reconocer. Al final, hay que recordar que en las elecciones municipales hay un cierto personalismo.
Tercero es la construcción de un ideario realista y participativo. Para ello la coalición del cambio debería apostar por un trabajo metódico, y asesorado por expertos en las diferentes materias, evitando el simplismo abstracto de que todo el mundo sabe de todo.
Y finalmente, y lo más importante, un trabajo de calle, con el fin de ganarse a la gente desde la cercanía y la constancia, y evitar salir sólo en los días de campaña electoral. Un trabajo riguroso donde se deben exponer qué se va a hacer, quiénes lo van a desarrollar, y cómo lo van a poner en práctica.
Lo cierto es que pasado el próximo mayo de 2017, el contrarreloj se va a poner en marcha, y quien no haya hecho los deberes seguramente suspenda el examen. Hay motivos para ser optimistas, porque a día de hoy el potencial es extraordinario, si hay un momento idóneo para una posible victoria de los partidos del cambio es en las próximas elecciones. Y es precisamente ahora cuando se debe golpear el hierro, Tarragona está caliente.
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Fotografía: La forja del hierro de Ricardo Caballero