sábado, 21 de enero de 2023

Bebedors




"Necessitava um company o una companya de mam", vaig pensar. Vaig passar revista a tothom que coneixera París, on tot just m'acabava de d'instal·lar. La breu llista de coneixences incloïa o bé persones molt simpàtiques que no bevien xampany, o bé grans bevedors de xampany que no m'inspiraven gaire simpatia.


Amelie Nothomb - Petronille 

 

viernes, 6 de enero de 2023

¡Qué arda todo, menos los libros!


¡Qué arda todo, menos los libros!

Para terminar bien el 2022 decidí leer una de esas obras maestras literarias que te debes reservar para un momento dulce en tu vida. En esta ocasión me preparé para leer Fahrenheit 451, del escritor norteamericano Ray Bradbury. Durante el verano leí su novela Crónicas Marcianas pera adentrarme en su mundo y... que os voy a decir, me encantó. El pequeño libro marciano denotaba una gran capacidad de creación e imaginación.

Fahrenheit 451 es un libro diferente. Se puede enmarcar en una época de utopías y distopías como Un mundo feliz de Huxley o El señor de las moscas de Golding, entre otros. Libros, altaneramente recomendables, que dan voz a las visiones apocalípticas en las que derivó el fin de la II Guerra Mundial y que luego desembocarían en la mentalidad pervertida y pesimista durante la Guerra Fría.

Pero, al lío, como decía, el libro de Bradbury tiene notas únicas que le hacen una obra maestra. La trama se basa, otra vez, en el mito de la Caverna, algo que es recurrente en la literatura o la cinematografía del siglo XX. Lo que hace excepcional a Fahrenheit 451 no es tanto el desarrollo de la trama como el encaje de la misma en una distopía particular: los bomberos ya no apagan fuegos, ahora se dedican a quemar la literatura, la cual sólo hace daño a la humanidad.

Guy Montag, el bombero protagonista, se dedica al principio del libro a quemar cualquier obra literaria que se preste. La sociedad no quiere libros, los rechaza, los odia. Pero qué pasa cuando te das cuenta de que quizás lo que estás quemando puede cambiar tu forma de pensar. Bonita idea, ¿no? El concepto de que quizás aquello que llevas atacando, pelando, batallando toda tu vida sea en realidad tu leitmotiv de vida. Me gustó.

La segunda parte de la obra no me gustó tanto, quizás me quedo con la escena final. Una soberbia composición que el actor Oskar Werner realizó tan bien en la magnífica película homóloga dirigida por el francés François Truffat.

Aun así, como crítica, diré que la obra peca de su propia medicina (algo que también me gusta). Querer demostrar la superioridad de la literatura versus un mundo sin libros también es una forma de querer quemar todo lo que no sea literatura y dar un valor a la literatura de por sé. ¿Eres mejor por leer a Cervantes o Dostoievski?