Casi han pasado 5 meses desde que Rajoy se instaló en
Moncloa, y el panorama nacional es desolador. Ha subido el índice de paro, cada
vez hay menos credibilidad en nuestra economía y lo peor de todo: no se ve luz
al final del túnel.
La verdad es que este guión ya nos lo podíamos imaginar
muchos hace 5 meses, Rajoy ganó unas elecciones, y con mayoría absoluta, sin
hacer apenas propuestas o una campaña de reformas, se limitó a criticar
constantemente el gobierno socialista de Zapatero y desacreditarlo en cualquier
momento de debilidad. Eran momentos difíciles, de esos en los que sólo se sale
con unidad en bloque y cerrando filas a la tormenta europea, pero de eso
nuestro país sabe poco, muy poco. En vez de unión hubo discordia, y esa
vorágine autodestructiva sólo conduce al camino de la perdición, que es el
derrotero por el cual estamos andando.
Sin andarme por las ramas, Rajoy obtuvo la mayoría absoluta
en las elecciones de noviembre de 2011, un resultado que parecía, más que una
victoria aplastante del PP, una derrota socialista. No hay que olvidar que
Mariano Rajoy llevaba 8 años intentando ganar un plebiscito. Este resultado,
más que un alborozo general por un cambio resultó más una resignación para “ver
si este lo hace mejor”.
El líder del PP demostró que había aprendido mucho en 8 años
de oposición, y que la mejor estrategia, en los tiempos que corren y que se
mira todo (incluso cómo van vestidas las hijas de un presidente), era no hacer
mucho, no llamar la atención, por que mientras menos hagas menos la pifiaras. Y
Kabom! Funcionó. La población española confió en él y en su equipo, que aunque
sabían que pié cojeaban, ya sabéis la ideología derechista, parecía que eran lo
únicos con una ligera idea para salir de la crisis.
Lo que la gente no supo fue lo que vendría después. El
equipo popular, con toda la fuerza del que tiene mayoría absoluta comenzó desde
principios de años a desplegar su programa, un programa que tenía como
objetivo, según ellos, resolver el problema del déficit en España. Para solucionarlo
eran necesarias medidas urgentes e importantísimas que afectarían a todos los
españoles. Bueno, visto así, pues parecía hasta bien, pero claro el problema
residía en cómo se iba a desarrollar.
Lo más lógico era reducir en los gastos menos importantes en
un estado como el nuestro: ayudas a sindicatos, a partidos políticos, reducción
de burocracia. Hasta ahí bien, pero se olvidaron de otras cosas no tan
necesarias como Iglesia, Ejército, Bancas, lobbys, corrupción. No se ocuparon
del verdadero problema del país, la economía sumergida y los tejemanejes de una
sociedad pirata y corsaria hasta la saciedad. Por la contra atacaron los puntos
básicos de nuestra estructura, del edificio del Estado del bienestar, es decir,
sanidad, educación y beneficios sociales.
Al grito de un sistema más equitativo y explicándonos una y
mil veces que las reformas tanto en educación como en sanidad no perjudicarían
a las clases más bajas han hecho y desecho a su antojo, pero aquí hay uno que
no les cree, que nos les da crédito y que se huele donde quieren ir. Me
explico, al imponer una sanidad pública con cierto costes a las clases medias y
medias-bajas (doy por hecho que las clases altas poco pisan los centros
sanitarios de la seguridad social) están allanando el camino para que las
mutuas, es decir la sanidad privada, reciban a este grupo con los brazos
abiertos, y por lo tanto bajando el número de personas que solicitan asistencia
médica en los hospitales públicos .Pero eso es bueno ¿no?, pues la verdad es
que muy poco, con el tiempo gran parte de la población denominada media empezará
ver a la sanidad pública como un lastre, y decidirán, lógicamente, no
desembolsar mucho dinero en ello, total ya tienen mutuas que les benefician. Todo
eso llevará a un menor gasto en la sanidad pública, limitándose a un gasto mínimo
de carácter puramente simbólico que cubrirá únicamente las necesidades básicas
de las clases más humildes. Pero si tengo dinero para poderme pagar una mutua
¿Qué más me da? Pues si estas sano todo irá bien, pero el problema es cuando
estés enfermo de verdad (una patología importante) y tengas que costearte todo
tu tratamiento, que por si no lo sabéis es muy caro y una operación sencilla
puede disparar la economía de cualquiera. Con lo cual te endeudarás y si no
tienes el dinero pues sólo te queda resignarte y sufrir ¿por qué? Por que la
sanidad privada es un negocio y como tal no van a buscar el beneficio del
paciente sino el de la empresa.
Con la educación, más de lo mismo, Rajoy como buen líder
conservador desea que la educación pública tenga el menor gasto posible, y si
eso se balancea a través de una peor enseñanza ningún problema. El camino si
quieres tener unos estudios decentes es el dinero, y sin dinero no hay
estudios. Y si eres pobre y buen alumno no te preocupes el Estado diseñará un
plan por el cual te ofrecerá un crédito a devolver el resto de tu vida y así maniatarte
a su estilo de vida. Un sistema hecho para que la sociedad se divida más económicamente
y donde el pudiente tenga todas las ventajas para ganar más y pagar menos.
Me temo mucho que este es el principio del fin, del fin del
Estado del Bienestar que tanto ha costado conseguir en la sociedad española.
Imagen de entrada de Ángel Lacueva