Pasó en 1898, también en 1923, es una crónica de una muerte ya anunciada, el bipartidismo español ha demostrado ser cíclico, y al igual que pasó en dichas fechas, todo pinta de que volverá a suceder en nuestros días.
Los motivos no son un misterio como tampoco lo fueron anteriormente, el desgaste político de los dos centros más importantes del país pasa factura, y más cuando las cosas se ponen feas, pero ¿cuándo comenzó tal bipartidismo?
Podríamos remontar esta historia hasta la transición, cuando de una manera un poco chapucera pero efectiva se restauró una democracia casi olvidada y se reconstruyó las dos Españas, ya sabéis la conservadora, católica y ordenada, con la progresista, laica y social.
La transición fue precipitada, se impuso la monarquía constitucional como sistema, casi como un mal menor para no despertar viejos miedos y rencores. Se dio libertad, limitada por supuesto a los partidos políticos del exilio (Recuerdo esa frase de Henry Ford: "Los clientes pueden tener un coche del color que quieran, siempre que sea negro"), es decir, puedes entrar a comer pastel en la fiesta siempre que aceptes las normas de la fiesta. Aunque podemos hablar horas y horas de que si esta entrada al juego fue una traición o no de los partidos exiliados desde la II República lo cierto es que lo hecho, hecho está, y que en 1977 los Pactos de Moncloa graparon las dos Españas, únicamente quedando fuera el movimiento obrero de la CNT.
Pero en la transición la gran mayoría de los ciudadanos deseaba mirar el futuro y aceptaron entrar en un nuevo sistema democrático, más social y abierto.
Las primeras elecciones de la recién nacida democracia fueron ganadas por un partido llamado de centro, UCD. Su base era poco sólida, pero para mucha gente era una buena opción para comenzar a andar, aunque sus medidas dejaron mucho que desear dotó al sistema de cierta estabilidad que permitiría el milagro económico español en los 80.
Y es justo a partir de los años 80 cuando comienza el bipartidismo, que aunque en un principio fue camino llano para socialistas, se convirtió más tarde, ya en los 90’ en un territorio alterno entre PSOE y PP.
Al igual que la UGT en la dictadura de Primo de Rivera en 1923, el PSOE supo encabezar un gran electorado durante la transición, a cambió aceptó de buena gana aceptar la monarquía y las nuevas normas. El mensaje socialista era plural, europeísta y social, aunque poco a poco fue perdiendo este último rasgo, cambiándolo por el de populismo.
En 1982 gana Felipe González las elecciones, e hizo cambios. Las medidas socialistas fueron sociales, pero muy moderadas, se aceptaba como mal menor los grandes poderes históricos españoles: la Iglesia y el Mayorazgo (entendido como los grandes terratenientes). A cambio la sociedad española entraba en la modernidad, en 1985 España entra en la Comunidad Europea, y años antes en la OTAN. Habíamos logrado el milagro, pasar de ser un feudo dictatorial tercermundista a una nueva sociedad democrática de ciudadanos activos, ¿o no?
Algunos problemas continuaban existiendo, y todavía existen. Se escondió en el cajón de los olvidos viejos rencores como los nacionalismos, el movimiento anarquista, el federalismo. Eran problemas que la política de la nueva democracia asemejó a cánceres incurables, los cuales era mejor esconder que dialogar. Para callar bocas y sentimientos se crearon las autonomías, que no dejó de ser una pantomima democrática con el fin de aplacar cualquier sentimiento secesionista. Una solución cara, y que a largo plazo iba a ser discutida. También se intentó calmar las revueltas sociales y sindicales de comienzos de la transición. Las dos sedes sindicales más importantes CCOO y UGT, poco a poco fueron sometidas a un proceso de purificación de sus ideales, llegando hasta el punto de ser monopolio de trabajadores. Todo ello se plasmó en 1995 con los Pactos de Toledo, dónde traicionaron a la democracia.
Pero claro todo esto era ocultado de una sociedad más que ilusionada. España estaba de moda: Barcelona 92’, Sevilla 92’, un índice de natalidad alto, grandes empresas instalando factorías, elevación de los sueldos…era todo tan bonito (¡Qué verde es mi valle!) Pero toda esta oda al capitalismo más feliz y divertido guardaba pies de barro, y la generación de una burocracia extremadamente gigantesca sólo entorpecía el desarrollo económico y social.
El bipartidismo empezó a desarrollar su auge en 1996 cuando el PP relevó al PSOE en la presidencia del gobierno, justo un año después de los Pactos de Toledo, los socialistas se habían centralizado y los Populares precisamente estaban haciendo lo que denomina su nombre, populismo.
Vendieron la marca ‘Made in Spain’ como símbolo de bueno, bonito y barato, establecieron en suelo español factorías low cost dónde todo se puede con dinero, ya sea construir en un paraje natural (la Ley del suelo) o corromper al político de turno para beneficiarte evadiendo impuestos.
Los años pasaron, y aunque el paro fue de más a menos, batiendo un record histórico desde la transición en 2003 con menos del 10% de parado (una cifra escalofriante en otros países), el milagro español se empezó poco a poco a convertir en una pesadilla. España se había estancado en una economía terciaria de mano de obra barata, y cuando se quiso europeizar se dio cuenta de que su industria y agricultura podría hacerse igual en otros países a un coste menor. A partir del siglo XXI las grandes empresas y las medianas comenzaron a trasladar sus factorías a otros lugares más rentables, primero fueron las extranjeras y luego las españolas provocando una pérdida incorregible en la balanza de pagos. Y la niña bonita de la economía, la construcción pinchó, y aquí comenzó la debacle. El paro comenzó a batir récords hasta hoy, y no parece que mañana mejore, la renta per cápita está cada día más baja, el PIB retrocediendo… en fin una crisis en plena regla.
¿Y qué han hecho nuestros gobernantes? Sinceramente poco, desde la creación de una alternativa de la derecha al gobierno del PSOE de Felipe González, el país se polarizó en dos partidos que aunque nos contaban historias muy diferentes, resultaron ser muy iguales. Con José María Aznar vivimos los españoles una fantasía poco realista, y las reformas esenciales en agricultura, educación, e industria quedaron relegadas al más profundo abismo. Con Zapatero parecía incluso que la fantasía era mejor, pero las necesidades endógenas del país no se trataron. Con Rajoy más de lo mismo, y ya van 20 años con la misma historia. Pero ¿por qué no hay un cambio?
Está claro que los principales culpables de que esto vaya así somos los ciudadanos que hemos permitido tal bipartidismo, pero si no se ha realizado un cambio básicamente es porque los más pudientes de España lo han pactado así.
La burguesía rancia, endémica en España, y los grandes poderes laicos y eclesiásticos, nos han cercado en un valle donde los ciudadanos no somos más que redil que jugamos al son de su tambor. Nos han manipulado a su antojo, pagando las campañas de uno u otro partido, y descalificando cualquier acción obrera contra los poderosos. O estás con ellos o contra ellos.
PP y PSOE son las dos caras de la misma moneda. Con lo cual sólo queda una pregunta ¿existe alguna alternativa?
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