Dentro de poco hará dos años que mis compañeros de trabajo me eligieron en Asamblea para que fuese uno de los dos delegados sindicales que tenemos en el centro. Desde entonces he vivido muchas experiencias enriquecedoras.
El estar al pie del cañón en los asuntos del día a día te hacen ver lo difícil que es poder cambiar todo un sistema enmarañado en un clientelismo sindical salvaje, el cual oprime cualquier conato de rebelión. Pero más allá de la ingenuidad utópica del cambio, existe una realidad fehaciente de la misma, que no es otra que la parálisis de conciencia que tienen muchos trabajadores. Basta decir que a mi juicio, más del 80% de empleados desconoce su convenio o el estatuto de los trabajadores, y que casi el 100% desconoce la LOLS. Esto se traduce en una ignorancia absoluta de sus derechos como trabajadores, y en una fe ciega a la palabra del jefe respecto a sus condiciones laborales.
Pero sinceramente estoy ya un poco harto. Especialmente harto de aquellos que critican a los que nos dejamos la piel reivindicando nuestros derechos a través de denuncias con nuestro nombre y apellidos, movilizaciones, y huelgas. Estoy harto de los listos de turno que sólo miran su ombligo. Estoy harto de los que pasan de todo, y no quieren saber nada. Estoy harto de la gente que no pelea, pero ni siquiera tiene la decencia de respetar al que lo hace.
La reivindicaciones comienzan en uno mismo, no en nadie más. Si quieres mejorar tus condiciones laborales, espabila. Si los sindicalistas de tu empresa son unos perros lameculos, échalos. Si a los miembros del comité les han ascendido de puesto justo después de haber vendidos tus condiciones laborales, escúpelos. Si te dicen que no se puede hacer nada, que el mundo es así, envíales a la mierda. Pero sobretodo, si quieres cambiar algo, mueve el culo, organízate, y empieza a luchar por un mundo mejor, aunque sea la parcela que es tu trabajo.
Si no te vas a mover de la silla, al menos respeta a quienes nos dejamos todo a cambio de nada. La lucha continúa. Cualquiera que necesité ayuda sindical, ya sabe como contactar conmigo.
Que la sangre derramada por los sindicalistas de hace cien años valga par algo. No olvidemos a Salvador Seguí, Durruti o García Oliver.
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