La Cultura tarraconense a debate
Si algo ha logrado Josep Maria Prats, regidor de Cultura y miembro del gobierno de Ballesteros en el Ayuntamiento de Tarragona, es poner en el centro de esta legislatura la cultura en Tarragona.
La muerte del Festival d’Estiu, el conflicto con Oppida, el fin del Teler de Llum, o la puesta en revisión de los festivales SCAN y REC, han sido algunos de los temas más polémicos en la política cultural del miembro de la antigua Unió. Si esto parece poco, también se han cuestionado las fiestas en los chiringuitos y la música en la calle.
Ya comentaban diferentes analistas de la política tarraconense que Prats ha sido una persona afortunada, ya que nadie por tan poco (un concejal) había tenido tanto: 4º teniente alcalde y la cartera de Cultura. Aunque en un principio todo parecía que iba a ir por el sendero del continuismo, y que el díscolo de Convergencia tenía asegurado un billete en el vagón del silencio, lo cierto es que la realidad ha sido muy diferente, y el de la antigua Unió ha querido hacer algo más que ser un muñeco de paja.
A su favor ha tenido al equipo de la alcaldía, que aunque no se ha mojado en demasía con las polémicas culturales ha apoyado en general a Prats. A cambio el regidor de Cultura ha puesto su espada en los pies socialistas, sólo hay que ver su apoyo máximo al PSC en el caso Inipro.
Por la contra, Prats ha unido a toda la oposición en torno a su política. El líder de Ciutadans, Rubén Vinyuales, catalogaba las políticas del director de La Salle de Reus y Tarragona de personalistas y subjetivas. Pau Ricomà, de ERC, lamenta que Prats “tire por tierra el trabajo hecho durante los últimos años”. Asimismo CUP, ICV y PDCAT se han mostrado críticos con el regidor.
El teniente de alcalde democristiano, atrincherado en la esquina del ring, se defiende de los golpes con una premisa: “debemos alejar la cultura del ocio y del entretenimiento”. Esta respuesta es sin duda ambigua. Casi todos podemos opinar que la cultura promovida por el Ayuntamiento no debe regirse por el dinero que sea capaz de mover, para eso ya están las iniciativas privadas y cooperativas que se encargan de la gestión de los eventos. Pero ¿cuáles son las directrices adecuadas para componer una cultura municipal?
Prats quiere apostar por un modelo de cultura que sea una “herramienta de progreso social”. Esta frase es abstracta hasta para escribir. Se puede entender que la cultura entendida por el regidor es el “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”, como dice la RAE. Esto está muy bien, y todo muy dialectalmente correcto, pero ¿qué sucede cuando una plataforma de personas de Tarragona (Oppida) quiere lanzar una iniciativa popular de autogestión en el ámbito cultural y de sentido crítico? Pues que se le responde con evasivas y con excusas de diferente tipo. ¿Qué sucede cuando una de las iniciativas culturales más revulsivas de la ciudad (Teler de Llum) pierde el apoyo del Consistorio? Pues que un discurso se deslegitima.
Y así es. Josep María Prats, y el equipo de Gobierno, deberían hacer una reflexión de qué modelo cultural quieren los ciudadanos de Tarragona. Lo más seguro es que si preguntásemos a muchos de los mismos dirían que lo necesario es fortalecer a los artistas locales, potenciar la creación artística de los tarraconenses impulsando talleres y cursos de las diferentes artes, y apoyar a los artistas a que hagan un relato de ciudad, algo con lo cual presentarnos al mundo tal y como somos.
Tarragona es una ciudad rica en diversidad, rica en culturas, rica en ideas. Tenemos la fortuna de tener ciudadanos de todas las partes del globo. Tenemos grandes músicos, pintores, fotógrafos, actores, escritores, etc. Sólo hace falta dejar dar herramientas para que la gente se autogestione y desarrollen ellos mismos una cultura de ciudad. Quizás no seremos París, Nueva York, Londres o Nueva Orleans, pero nuestro orgullo sería tener un discurso de ciudad que explique mediante las artes quiénes somos, y por qué somos así.
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Fotografía de la página web del Festival SCAN
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