lunes, 3 de febrero de 2020

El Quijote de Nebraska



El Quijote de Nebraska


En 2013 salió en las grandes pantallas una película que estaba destinada a no ser un blockbuster. Un largometrajes sin ínfulas de nada. Su objetivo era poco más que contar una historia sin rodeos: un viejo chocho, de mirada perdida y obstinado, cree que le ha tocado un premio que a cualquiera le sonaría a estafa. Punto. Su hijo, por petición de su madre se ve obligado a hacerle volver a sus cabales. Punto.

Es una Road Movie, sí, otra road movie. Es en blanco y negro, sí, otra película en blanco y negro. Pero ¿qué tiene de diferente Nebraska? Sin duda su transparencia, su crudeza y su exposición a la máxima de 'esto es lo que hay'.

Dice el famoso crítico de cine Carlos Boyero que descubriremos todo lo bueno de Nebraska en la segunda visión. Así es. El paralelismo con el Quijote es abrumador. En una tierra deprimida de hidalgos americanos, de conformismo y patetismo, un viejo es capaz de mantener una estúpida vela de ilusión. 

¿Es una película postmoderna? Seguramente. ¿Es una película real? Como la vida misma.


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