lunes, 22 de agosto de 2011

Soledad

"No atribuyo a la edad las dificultades para entender [la soledad], sino a la época y lugar en que vivimos. Qué se puede esperar de un tiempo que ha convertido la peor pesadilla de Orwell -la omnipresencia del Gran Hermano- en un espectáculo de masas. Una arquitectura que decreta el cristal y la ausencia de tabiques en los espacios públicos, o el modo que tienen tanta gente de charlar por el teléfono móvil sin importarle quién se halle alrededor, son, como el éxito de muchos programas televisivos o el uso indiscreto de las redes sociales en internet, indicios del primado exclusivo de la exterioridad. La intimidad, que tantos siglos costó forjar y defender, es casi una antigualla. O simplemente ya no es, disuelta por la vida verteginosa que sólo parece florecer en las relaciones visibles con los demás. Estar solo es como estar muerto, o incluso peor: una malidicón. Los charlatanes oficiales se encargan de sancionar la perversión: callar es mentir, la sinceridad es proclamar cualquier insignificancia escandalosa, alejarse es ocultar algo turbio. Y sin embargo la intimidad, ese rescoldo pequeño burgués dirán algunos -y acaso con razón-, es un bien, como los cómplices saben".


Enrique Gómez León. De Tarragona a Santiago y Finisterre.

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