viernes, 31 de julio de 2015

Sin perdón




Llevaba tiempo esperando ese momento: me senté cómodamente en el sofá, estiré mis piernas en el cheselonge, y me puse a ver Sin Perdón. Ya hacía tiempo que tenía ganas de verla, pero me estaba reservando un momento especial, y acerté.

Cabe decir, que mi crítica dudosamente podrá ser objetiva sabiendo que el autor de la obra es el maestro Clint Eastwood, y que soy un fan incondicional de su cine. Mystic River, Space Cowboy, Million Dollar Baby, o la inolvidable Los puentes de Madison ya auguraban un buen comienzo.

Un western realizado en 1992 es como hablar de Novelle Vague en los 80’, es como algo fuera de contexto, anacrónico, algo innecesario y poco apetecible, pero es precisamente ese hecho el que le da vigor, y sin duda su principal fuerza es la puesta en escena de un guión intachable. Eastwood, que participa como actor principal desmitifica todo un género, y no desde la versión de un anti-héroe como otros westerns hacen, más bien, le quita cualquier aspecto épico, cualquier valor moral, y cualquier valor ético. La vida tal y como es: un padre de familia, cuya mujer ha muerto, le sale un trabajo de lo menos honorable, deja a sus dos hijos y se va con lo puesto a hacer fortuna, ni es un personaje bueno, ni malo, la moralidad es subjetiva, y así lo reafirma Eastwood en su obra. 

Sin perdón es quizás una de las mejores películas de los años 90’, y un clásico del cine. La obra maestra de Eastwood.

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