martes, 19 de enero de 2016

Crónica de una muerte anunciada, la química en Tarragona





Artículo escrito para Circ de Tarragona el 18 de Enero de 2016

Hace un mes llegaba a los vecinos del Camp de Tarragona una noticia de gran repercusión en el territorio: la empresa Covestro, antigua Bayer, quiere ‘chapar’ sus puertas en 2017, dejando en la calle a más de 120 familias.

La noticia no pasó de pies puntillas, ya que era la primera pieza de la fila de fichas de dominó en caer, aunque no es del todo cierto. La situación de la industria química en Tarragona está pasando un mal momento, o mejor dicho va de mal en peor. El posible cierre de Covestro es el inicio de un síntoma que lleva padeciendo años la química tarraconense.

Esta última década hemos visto un retroceso notorio en la industria, por ejemplo en Ercros Tarragona ha cerrado plantas durante este periodo, Dow Norte ha tenido su Cracker parado durante meses hace dos años, y Repsol también ha reducido en Química, y en Petróleo se plantea la continuación de su planta de Cogeneración.

Bien es cierto que otras empresas como BASF, Maxam (compradora de la planta de ácido nítrico de Ercros), o la propia Repsol han invertido en el territorio, pero siempre de una forma moderada.

Todo tiene un trasfondo geoeconómico que va mucho más allá de Tarragona. El principal factor a jugar en la Química ha sido el precio del barril del petróleo, la materia prima. Las subidas y bajadas del barril inducen a un desajuste continuo (desde 130 dólores en julio de 2008, a los 30 dólares de hoy) que provocan unas situaciones económicas complejas, que como bien sabemos a quienes primero afectan son a los trabajadores de la industria.

Pero el principal problema en la industria tarraconense no es el precio del barril, aunque este es un problema evidente. El principal obstáculo lo explicaba muy bien el propio presidente del Comité de Empresa de Covestro, Ramón Viña, cuando dijo que “el motivo real es la deslocalización del producto”, es decir llevar la empresa a otro lugar.

La globalización provoca estas cosas, en India la ampliación de la refinería de Jamnagar, dejaba casi en ridículo a las de la Península Ibérica, su producción es unas diez veces superior a la de la Pobla de Mafumet por ejemplo. A parte, ahora las grandes élites prefieren producir en los países productores o cercanos al mismo, ya que encuentran un coste menor de desplazamiento del producto, mano de obra más barata, unas condiciones ambientales prácticamente nulas, y un lobby empresarial instalado en los gobiernos para controlarlos.

Como noticia positiva, si es que hay algo positivo en todo esto, es que la llegada de una nueva clase trabajadora-consumidora en China y en los tigres asiáticos, ha levantado la demanda, en esta espiral consumista que no tiene fin. Este hecho ha mantenido a las químicas en standby, pero todo cambia.

China y los países en vías de desarrollo, nombre eufemístico para llamar a los países explotados, tarde o temprano colapsarán el mercado y será entonces cuando comiencen los cierres, ya que la apertura de nuevos complejos químicos generará una oferta mayor que la demanda y entonces…pues se irán al garete las menos productivas.

Este ciclo no es nuevo en el capitalismo, desde el sector textil en el siglo XIX, pasando por la automoción en el siglo XX, la industria química continúa su viaje deslocalizador que acabará en el país más pobre del mundo y donde el precio de fabricación sea más barato. Vaya, el sueño de cualquier magnate de la economía: máxima producción al menor coste.

Tarragona no va a ser diferente al resto del mundo, y temo que a medio plazo su industria se irá al traste, y el problema no es el tercer carril, que también suma, el problema no será tampoco el salario de los trabajadores, que no es precisamente muy alto, ni tampoco serán las leyes de medición de contaminación, que dejan mucho que desear, el problema simplemente se llama  sistema capitalista. Aquí lo que importa no es la producción, es el beneficio de la misma. Covestro, como apuntaba Viñas, tiene márgenes positivos, tiene clientela, y tiene demanda, pero seguramente no gana tanto como si estuviera en Pakistán, o en Indonesia. Esto es la crónica de una muerte ya anunciada.

Lo peor casi no es el cierre de la química, que lo es, lo más duro es el proceso que estamos empezando a visualizar. Algunas empresas van a optar por la deslocalización de una forma clara, y otras intentarán mantener los mismos beneficios que las químicas asiáticas. Lo primero en reducir coste: el personal contratado.

En Tarragona lo estamos viendo en diversas empresas subcontratadas del sector, como es el caso de EMTE o Altrad-Radisola. Pero quienes trabajan en la química saben perfectamente que casi todas las subcontratas se han ‘apretado el cinturón’: bajada de salarios mensuales, pérdidas de pagas, y explotación a través de las horas extras. Este hecho a su vez provocará conflictos continuos en el territorio.
En el Camp de Tarragona el problema se agrava debido que, a parte de la industria y el turismo, no existen sectores lo suficientemente fuertes como para sostener a los más de 400.000 habitantes de la zona metropolitana. Y ese es un problema a afrontar en una o dos generaciones que si desde hoy no comienzan a trabajar los gobiernos locales desembocará en una fuerte crisis social, más aguda que la existente ahora.

En fin, esto no es más que una Crónica de una muerte anunciada. 

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