Metrópolis
1927
Fritz Lang
Metrópolis no es
una película más de la década de los años veinte del siglo XX. No es tampoco un
filme como otro del expresionismo. Metrópolis
es un largometraje único y genuino, y aunque puede ser acusado de maniqueo y
simple, cabe decir que su trama está bien lograda y que en ningún momento se le
puede acusar de tendencioso.
Fritz Lang escribió con su mujer, Thea von Harbour, la que sería
una de las obras más reputadas de la historia del cine y el ejemplo, por
antonomasia, del expresionismo alemán. Su estética y puesta en escena marca
todo un hito en la historia del cine mudo, en parte gracias a su coste de producción, y es un clásico obligatorio para
todo amante del séptimo arte. La narración es dinámica, y la sucesión de
secuencias se desarrolla de una forma continuada, dando vida al filme. La
inmersión en un futuro donde la división social está muy definida no es nada
nuevo para el lenguaje fílmico, pero la forma como lo trata el autor sí. Metrópolis achaca a la sociedad los
males de siempre, un mensaje tan expuesto en 1927 como hoy en día.
Lo curioso, por no decir irónico, es que el mensaje de armonía
que transmite la película es utópico, y que desde su creación ha quedado
evidenciado que lo que propone Lang es un cuento de hadas. Quizás sea ese punto
el que más se le puede criticar al largometraje. Pero no por ello creo que deba
restar importancia a la película, que con diferencia a las otras miles de
películas de cine mudo se muestra en ella una singularidad genuina, y que es, sin lugar a dudas, la obra magna del director.
En fin, filme de obligada visión para cualquier cinéfilo.
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